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¿Y ahora qué, señor Draghi?

Zhang Danhong /ERS3 de septiembre de 2014

A la eurozona no le va bien. La economía se estanca, el desempleo sigue siendo alto y ronda el fantasma de la deflación. Todos vuelven la mirada una vez más hacia Mario Draghi.

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Imagen: Reuters

Hace cerca de dos años, el jefe del Banco Central Europeo, Mario Draghi, salvó con una sola frase al euro. Señaló en Londres, ante inversionistas internacionales, que el BCE haría todo lo necesario para mantener la moneda comunitaria. Con ello, no solo puso fin a especulaciones sobre un quiebre de la unión monetaria, sino que alivió también la presión que sufrían los países en crisis para realizar reformas.

Gigantes débiles

Así, el presidente francés, Francois Hollande, pudo permitirse una línea zigzagueante que lo ha dejado ahora en el mismo punto en que se encontraba hace dos años. Italia tiene entretanto su tercer jefe de gobierno en este lapso, y solo ha llevado a cabo mini-reformas.

Con dos pesos pesados debilitados, la economía de toda la eurozona se estanca. Además, la tasa de inflación sigue cayendo. La última estadística la sitúa en un 0,3 por ciento, lo que la aleja cada vez más del nivel deseado de poco menos de un 2 por ciento. Aumenta pues el temor a una deflación.

Ante este trasfondo, cunden las especulaciones en torno a los anuncios que pueda hacer Draghi este jueves, tras la sesión mensual del Consejo del BCE.

Ya no queda prácticamente margen de maniobra en el campo de los intereses. A comienzos de julio, el interés rector de la eurozona bajó a un 0.15 por ciento, lo que supone todo un récord.

Pocas opciones

El BCE podría generar dinero, simplemente comprando por ejemplo bonos estatales. Estados Unidos ya ha dado el ejemplo. Con dinero fresco salido de la imprenta, los empresarios podrían invertir y fomentar el crecimiento.

Pero eso no resulta tan sencillo en la eurozona. Aquí hay en el mercado bonos de 18 países. ¿Cuáles habría de comprar el BCE? Proporcionalmente debería adquirir más bonos alemanes, lo cual, sin embargo, no tendría sentido ya que la economía germana es considerada robusta. Pero si adquiere solo documentos de los países magullados, como ya lo ha hecho en el pasado, dará demasiado la impresión de ser una financiación estatal, cosa prohibida por los estatutos del Banco Central Europeo.

Algo parecido ocurre con las empresas. Las empresas sólidas germanas que requieren dinero lo consiguen fácilmente. En cambio, el mercado de las empresas medianas italianas es demasiado pequeño y, si el BCE compara sus documentos, éstos se agotarían rápidamente. Y eso sería una distorsión notable del mercado.

Geldregen über Frankfurt am Main
Llueve dinero en Fráncfort.Imagen: picture-alliance/dpa

Generosidad monetaria

Lo que ya está resuelto es que el BCE seguirá siendo generoso con los bancos de la eurozona. En septiembre recibirán la primera de dos remesas, que en total suman cerca de 400.000 millones de euros. Y se espera que faciliten el dinero a los empresarios, en forma de créditos.

Mientras los expertos discuten sobre la eficacia de estas píldoras monetarias, algunos países de la eurozona se alegran de sus efectos secundarios. Desde hace meses, el precio del euro baja con respecto al dólar. Eso abarata los productos europeos y mejora su competitividad. Además, un euro débil encarece las importaciones y podría impulsar la inflación.

Dado que el BCE solo parece quebrarse la cabeza en busca de una forma de inyectar más dinero a los mercados, mientras en Estados Unidos el banco emisor ya está restringiendo la política monetaria, la tendencia del euro seguirá a la baja. Y algunos políticos agradecerán a Draghi poder seguir postergando las duras reformas.