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Vuelve a Berlin la gloria prusiana

5 de julio de 2002

Tras una larga polémica, el parlamento alemán decidió la reconstrucción del antiguo Palacio Imperial de Berlin. Con su fachada barroca, la obra tendrá un costo de 700 millones de euros.

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Imitación del Palacio Imperial con lienzos pintados.Imagen: AP

La historia del llamado "Berliner Stadtschloss" está indisolublemente asociada a la estirpe de los Hohenzollern y a la historia de Alemania misma. Los Hohenzollern fueron una de las más antiguas y nobles familias europeas que ascendió progresivamente hasta el más alto escalón sociopolítico del Imperio alemán.

La construcción fue levantada en 1443 como reacción del príncipe elector Federico II, a las rivalidades entre dos ciudades vecinas: Berlin y Colonia. Inicialmente concebido como castillo feudal, debía ejercer un contrapeso a la independencia de ambas ciudades.

A pesar de las inundaciones provocadas por los disturbios sociales de 1448, cuando fueron abiertas las esclusas de la ciudad, el príncipe elector se mudó a su nueva residencia en 1451. El edificio sufrió transformaciones durante las décadas siguientes. Hacia 1538 adquirió la forma de un opulento Palacio de estilo renacentista. Pero su forma monumental, "la gran obra barroca al norte de los alpes", como fue llamada entonces, fue adoptada en 1701, cuando el rey Federico I de Prusia convirtió al Palacio en residencia real. El llamado Rey Sargento, fue el reformador del ejército, la administración y la hacienda y sentó las bases para que su sucesor fuera el artífice de la nueva Prusia.

El Palacio del Emperador

Fue su hijo, el Kaiser Federico II, llamado "El Grande", quien forjó la Gran Prusia con un imponente ejército de 200.000 hombres bien armados con el que logró transformar su desolado reino en uno de los imperios más poderosos del viejo continente. Federico el Grande abrió amplias avenidas para competir con París y levantó edificios monumentales para diluír la majestuosidad de Roma.

En el balcón del Palacio Imperial de Berlín, el emperador Guillermo II hizo su famoso discurso cuando estalló la Primera Guerra Mundial. El fue el último inquilino, ya que tuvo que abandonar la residencia tras la amarga derrota alemana después de la Primera Guerra Mundial y la proclamación de la República en 1918.

Con la llegada del nazismo, Berlín se convirtió de nuevo en proyecto megalómano arquitectónico. Hitler dejó su huella indeleble con un estilo monumental kitsch, típico de todo totalitarismo. El Palacio Imperial sobrevivió aunque bastante maltrecho los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. En 1950 fue dinamitado por el politburo de la entonces RDA, la antigua Alemania comunista. Necesitaban espacio en el centro de Berlin para desfiles militares y la propaganda del sistema. Para forjar al nuevo pensamiento socialista, no había espacio para viejas reliquias feudales y símbolos de la historia del enemigo de clase.

El Palacio de la República

En los años 70 fue construído un horrible edificio de vidrio café oscuro y concreto. Un símbolo de prestigio del entonces líder de la RDA, Erich Honecker. Los berlineses se burlaban del "Palacio de la República", llamándolo la tienda de lámparas de Erich, por su abundante iluminación. El edificio se fue ganando el afecto de la población.

A diferencia de otros palacios en países comunistas, el Palacio de Berlin oriental no era solo la sede de la Asamblea del Pueblo, en su interior se llevaban a cabo eventos culturales de todo tipo que estaban abiertos a todo público. Tras el colapso de la RDA, el hecho de que estuviera contaminado con asbesto dió el mejor pretexto para demolerlo.

Desde la reunificación alemana surgió la discusión sobre si reconstruír el antiguo Palacio Imperial, levantando una larga y apasionada polémica entre los defensores y los enemigos de resucitar un símbolo del militarismo prusiano que dió paso después al capítulo más oscuro de la historia alemana: la llegada del nazismo. Pronto se constituyó una fuerte fracción a favor de su reconstrucción.

En 1993 un mecenas donó el dinero con el que se hizo desaparecer el Palacio de la República detrás de unos lienzos gigantescos donde estaba dibujado vívidamente el Palacio. A la distancia parecía una caja amarilla y pop que daba vida a la zona, llena de grises vestigios de la arquitectura de los años 70 bajo el dominio soviético.

Crisol de la arquitectura moderna

En la votación que debía decidir sobre el futuro de aquella plaza donde estuvo primero el Palacio Imperial y después el Palacio de la República, los parlamentarios tuvieron dos opciones a elegir: ya fuera construír la vieja fachada barroca del palacio Imperial como era originalmente o lanzar una convocatoria internacional para levantar un edificio con elementos modernos en su fachada. 384 diputados votaron por la primera opción y 133 por la segunda.

La transformación urbana de la ciudad está cobrando forma definitiva. Berlin es el crisol de la arquitectura moderna, donde confluyen las cicatrices del pasado; la transparencia –en la cúpula de cristal del Reichstag- como señal de la actual democracia parlamentaria alemana y los campos de batalla de los titanes de la economía, con sus edificios corporativos, diseñados por los grandes de la arquitectura contemporánea. Ahora a este "melting pot" de estilos arquitectónicos, símbolos y cicatrices de la dramática historia alemana, se añade el antiguo palacio Imperial