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UE: ¿fin de la crisis en 2013?

Christoph Hasselbach / Evan Romero-Castillo28 de diciembre de 2012

Al mirar hacia atrás, 2012 luce como el peor año para la Unión Europea. Sin embargo, ya nadie habla de un posible desmembramiento del bloque. ¿Cabe abrigar la esperanza de que amaine la crisis en 2013?

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Imagen: DW

Todo apuntaba a que la Unión Europea (UE) recibiría el año nuevo más dividida que nunca. Sin embargo, en la más reciente cumbre europea, sus miembros se mostraron dispuestos a cerrar filas para blindar al bloque comunitario contra las fuerzas externas e internas que lo amenazaron en 2012. Su unión monetaria ya no es tan frágil como hace once meses y ese es un signo esperanzador. Pero hay muchos problemas por resolver en su seno y las crisis fiscales de algunos Estados continúan siendo el tema dominante en la agenda de Bruselas.

Algunos analistas sostienen que la crisis alcanzó su punto álgido en la primavera de 2012, cuando el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, desaconsejó creer que el proyecto comunitario y sus logros eran irreversibles, y el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, describió los altos índices de desempleo juvenil como un hacha contra el árbol de la democracia en el Viejo Continente. Ominosas eran las señales que circulaban en aquel momento, sobre todo en torno al destino de Grecia como integrante de la UE.

Olli Rehn, comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, acusó a los griegos de haber pasado una década entera gastando sistemáticamente más dinero del que producían. Maria Fekter, ministra de Finanzas de Austria, llegó a recomendarles que abandonaran la UE y se esforzaran en entrar nuevamente a ella cuando tuvieran sus cuentas en orden. El tono con que se venía hablando del rescate de los Estados más endeudados cambió radicalmente a mediados de año, gracias al jefe del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi.

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El año 2012 supuso una prueba de fuego para el bloque comunitario y el euro.Imagen: dapd

Prueba de fuerzas

Draghi anunció que el BCE compraría tantas emisiones de deuda pública como fueran necesarias para facilitar la recuperación económica de los Estados más golpeados por las crisis fiscales. Para el jefe del banco central de Alemania, Jens Weidmann, esa medida es un pecado muy grave; pero otros perciben el plan de Draghi como la salvación que a la clase política europea no se le pudo ocurrir. La divergencia de opiniones se hizo evidente en la cumbre de junio, que se transformó en una prueba de fuerza para los líderes europeos.

El nuevo presidente de Francia, François Hollande, y el primer ministro italiano, Mario Monti, fueron descritos por la prensa como los vencedores de la contienda al impugnar la política de austeridad europea defendida a capa y espada por la canciller alemana, Angela Merkel. En pleno verano, la atmósfera se tornó glacial en Europa. Y el Premio Nobel de la Paz otorgado a la UE no mejoró las cosas. Al contrario, los ánimos se caldearon por la falta de acuerdo sobre el presupuesto comunitario, el pago de las ayudas a Grecia y los otros rescates europeos.

El consenso llegó a finales de 2012: si todos están en el mismo bote, a nadie le conviene permitir que la eurozona haga aguas o mostrarse indiferente cuando un miembro corre el peligro de caer por la borda, ni siquiera cuando el precio de la cohesión es la transferencia a largo plazo de recursos económicos de los países más robustos hacia los más débiles. Esta dependencia mutua no le agrada a muchos y una fuerte resistencia antieuropea se deja sentir en varios países; pero también el sentimiento de que la UE es un proyecto conjunto para el futuro se fortaleció durante el año 2012.

Autores: Christoph Hasselbach / Evan Romero-Castillo

Editor: Pablo Kummetz