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Un zoológico logra reunir a árabes y judíos

Ulrike Schleicher / RML26 de diciembre de 2012

El Zoológico Bíblico de Jerusalén no solo protege a especies amenazadas contra el peligro de extinción. Es, además, un punto de encuentro para dos pueblos cuya historia suele distanciarlos.

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Oso pardo sirio.
Oso pardo sirio.Imagen: DW/U. Schleicher

“El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dijo Jehová”, según escribió el profeta Isaías, al prometer la creación de “nuevos cielos y nueva tierra”. Así lo recoge el Viejo Testamento (capítulo 65). Aharon Shulov, un zoólogo de Jerusalén, se lo tomó en serio en 1940: metió a un lobo y un cordero juntos en el mismo recinto y esperó lo mejor. En vano: cada cierto tiempo, Shulov tenía que reemplazar al cordero.

No obstante, Aharon Shulov fundó un zoológico con todos los animales nombrados en el Viejo Testamento. Hasta hoy, se le conoce popularmente como el "zoológico bíblico". La idea del joven entomólogo fue grandiosa: un zoológico sobre el Monte Scopus, en Jerusalén, que sirve a la vez para diversos fines.

Shulov quería acercar a la gente de la ciudad el conocimiento científico producido y transmitido en la universidad, así como dar vida a la Biblia, con ayuda de los animales. Los jerosolimitanos se opusieron a la presencia de simios chillones en su vecindario. El zoológico tuvo que mudarse varias veces, pero sobrevivió a vecinos histéricos y debates encendidos.

Protección de especies

El Zoológico Bíblico se halla ubicado ahora en el barrio Mahla, a los pies de Jerusalén. Muy cerca de allí se divisa el punto de control del paso a Cisjordania, en dirección a Belén. Veinticinco hectáreas de terrazas cercadas, entre las rocas calizas y buena parte de la vegetación originaria de la región: raros fresnos sirios o pinos de Alepo (también conocido como pino de Jerusalén), por ejemplo.

Veinticinco hectáreas de terrazas cercadas, entre las rocas calizas y vegetación originaria de la región.
Veinticinco hectáreas de terrazas cercadas, entre las rocas calizas y vegetación originaria de la región.Imagen: DW/U. Schleicher

“Y de todo lo que vive, de toda carne, dos de cada especie meterás en el arca, para que tengan vida contigo; macho y hembra serán”, se lee en el Génesis (capítulo 6) y así se lo propone este zoológico de Jerusalén: “El zoológico se ha dado a la tarea de proteger la flora y la fauna del país”, dice la bióloga Sigalit Herz, responsable de marketing desde 1998.

Se trata de una labor difícil y a veces frustrante en este pequeño país tan densamente poblado. De las 130 especies mencionadas en la Biblia, muchas se habían extinguido ya en 1940. Entretanto, son más las especies desaparecidas. Otras muchas, como la tortuga del Néguev, el gato del desierto y el gamo persa, sufren agudo peligro de extinción. El zoológico trata de recobrar o al menos mantener a especies autóctonas, como la nutria, de la que apenas quedan un centenar en Israel, pues necesitan agua para sobrevivir en un entorno cada vez más seco. En este caso, el zoológico se decidió por un método poco convencional: las capturan en su entorno natural y las llevan a sus predios para que se reproduzcan en condiciones óptimas.

Distancia cordial entre árabes y judíos

Estas instalaciones son también un ejemplo por su funcionamiento bajo estrictas medidas ambientales. Además de clasificar y separar la basura, “reciclamos el agua, trabajamos con energía solar y compostamos nuestros desechos orgánicos”, explica Sigalit Herz. El zoológico se autofinancia con el cobro de la entrada y las donaciones. “Por eso planificamos muy bien lo que hacemos”, agrega la directora de marketing.

Los judíos ortodoxos pertenecen a los grupos más asiduos de visitantes.
Los judíos ortodoxos pertenecen a los grupos más asiduos de visitantes.Imagen: DW/U. Schleicher

El método parece darles resultado. Muchos agricultores judíos donan el 10 por ciento de sus cosechas: “recibimos frutas, granos y vegetales sin costo alguno”, aclara Herz. La carne para los leones, por ejemplo, que consumen 15 kilos en dos días, se compra. Y toda la comida es “kósher”, de acuerdo con las reglas judías de alimentación.

El zoológico abre durante el shabat (el día sagrado de la semana judía), un pequeño milagro en una ciudad tan religiosa como Jerusalén. Pero los judíos ortodoxos se han conformado con ello y pertenecen, de hecho, a los grupos más asiduos de visitantes. Tanto como los árabes, asegura Herz.

Las visitas guiadas se ofrecen en árabe y hebreo. Es un tributo a la misión educativa del centro y su dirección se lo toma muy en serio. La relación entre ambos grupos de visitantes no es cálida. Solo los niños rompen las barreras, por ejemplo, mientras observan, impresionados, a los pingüinos o a los osos pardos sirios (en la foto que encabeza este artículo), y comparten sus comentarios con el pequeño parado a su lado. También los empleados son árabes y judíos: “tratamos de dejar fuera la política”, dice el vendedor de tickets, Jakob Ittach. La estrategia tiene sus resultados: “ambos grupos se saben seguros, respetados y bienvenidos”, dice la directora de marketing; aunque no siempre.

También los árabes se saben "seguros, respetados y bienvenidos”.
También los árabes se saben "seguros, respetados y bienvenidos”.Imagen: DW/U. Schleicher

En 2010, los medios reportaron sobre un ave de rapiña capturada en Arabia Saudita, procedente del zoológico bíblico israelí. El animal era un espía del Mossad, el servicio secreto de Israel, se dijo. Y el rumor causó desconfianza entre árabes y judíos. Los sauditas investigaron en detalle al ejemplar. Herz sonríe: “Estaba marcado. Lo habíamos criado y dejado en libertad. No conocía fronteras”.

Autor: Ulrike Schleicher / RML

Editor: Diego Zúñiga