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Un futuro diseñado entre todos

8 de julio de 2014

Los proyectos de conservación comunitarios han ido redefiniendo Europa poco a poco en las últimas décadas. Actualmente, el movimiento está a punto de empezar una colaboración política para promover la sostenibilidad.

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Imagen: Anja Kueppers-McKinnon

Sin coches... Sin teléfonos móviles... Y con viviendas de madera. “Sieben Linden” no es lo que se puede llamar la típica aldea moderna. Se trata de un próspero ecopueblo en el corazón del estado de Sajonia-Anhalt, en la antigua Alemania del este, donde los residentes han creado una microsociedad que vive siguiendo los preceptos de la sostenibilidad.

Julia Kommerell es una de las 140 personas que habita en esta microsociedad. Kommerell lleva viviendo en Sieben Linden ya 15 años. Como muchos otros residentes, la artista y dibujante pasa sus días prestando diversos servicios a la comunidad: trabajar con el consejo de alimentación, pintar el mural comunitario o producir tartas siguiendo su dieta crudista para poner a la venta.

Sieben Linden no es un proyecto exclusivo. El panorama de proyectos ecológicos locales se ha extendido en gran medida por Europa en la última década, con aldeas solares en España, cooperativas eólicas en Bélgica, o estrategias comunales de ahorro de energía en República Checa. El Viejo Continente alberga actualmente más de 2.000 iniciativas medioambientales comunitarias.

Algunas de ellas son parte de las llamadas “Aldeas de Transición”, un experimento global que funciona a nivel local para contrarrestar problemas como el cambio climático o la dependencia del petróleo, y ocuparse de asuntos relativos a la alimentación, basuras y vivienda. El movimiento, que surgió en la localidad inglesa de Totnes en 2006, ha llegado ya a 38 países, y ahora consta de más de 500 iniciativas oficiales de Aldeas en Transición. Su alcance es global: por ejemplo, en las costas de la isla iraní de Queshm, los residentes se han aliado para proteger la población local de tortugas marinas. En las aldeas pesqueras de Fiyi, los ciudadanos trabajan juntos para luchar contra la sobrepesca. Y el Proyecto Comunitario Nholwasi, en Sudáfrica, inspira a los niños de la zona para que de mayores deseen ser guardias forestales y activistas medioambientales.

Este tipo de iniciativas existentes ya en todo el mundo dejan claro que la gente está dispuesta a poner en práctica soluciones caseras a nivel comunal para enfrentarse a algunos de los problemas medioambientales más complejos de la actualidad.

Superando el aislamiento

Ökodorf Sieben Linden
La mayoría de las viviendas en Sieben Linden están hechas de madera y tienen paneles solares en sus techos.Imagen: DW

Para muchos, no obstante, el avance hacia una Europa más sostenible no se conseguirá si las iniciativas de pequeña escala y los proyectos dirigidos por gobiernos siguen estando aislados unos de otros. “Las iniciativas comunitarias no han recibido el reconocimiento que merecen”, dice Robert Hall, miembro fundador de la organización ECOLISE, creada para apoyar proyectos comunales de conservación. “Cuando los gobiernos europeos y nacionales dialogan sobre temas de sostenibilidad, a menudo estas charlas son con grupos medioambientales influyentes que abogan por determinados asuntos, que cuentan con el respaldo de organizaciones científicas y que son financiados por donaciones, voluntarios y becas”, dice Hall.

El objetivo del grupo de Hall es poner en contacto estos grupos pequeños de conservación y las iniciativas de alto nivel, que permitirían a los proyectos comunitarias crecer y adquirir legitimidad pública. “Las estructuras impulsadas por el gobierno a menudo no son capaces de anticipar las necesidades de iniciativas locales, y tienen regulaciones y procesos burocráticos que excluyen el apoyo a los grupos de acción comunitarios”, añade Hall.

Julia Kommerell, del ecopueblo Sieben Linden, afirma que, aunque las asociaciones con el gobierno no son muy frecuentes, sí que se observa un interés creciente en la gestión conjunta de los retos de la conservación. Según ella, la Red Global de Ecopueblos (GEN, por sus siglas en inglés) es un ejemplo de ecopueblos unidos en conjunto con expertos de las esferas políticas, pero Kommerell no deja de señalar que estas colaboraciones apenas están dando sus primeros pasos. “También queremos una cooperación con los gobiernos para compartir nuestras ideas con el resto de la sociedad”, dice.

Un estudio de 2010 de la Comisión Europea sobre iniciativas comunitarias en la UE llegó a una conclusión similar. Concluyó que los movimientos pequeños de desarrollo sostenible han sido la clave para crear la “cultura de fortalecimiento” necesaria para conseguir un cambio real en la estrategia de protección del medio ambiente. No obstante, también admitió que muchas de las personas que colaboran a este nivel carecen de los fondos y el reconocimiento necesarios de las altas esferas para adquirir importancia o llevar sus actividades más allá del nivel local.

Bienenstock Bienenvolk
Los proyectos medioambientales comunitarios (como la apicultura) son algo que interesa a todos los que se preocupan por la naturaleza.Imagen: picture-alliance/dpa

Hacer partícipe a la comunidad

Según el biólogo Guy Pe’er, del Centro Helmholtz de Investigación Medioambiental, las políticas gubernamentales son mucho más robustas cuando la comunidad participa activamente. “Si queremos desarrollar mejores mecanismos que vayan de las altas esferas a niveles locales, lo ideal sería ver más concienciación, compromiso y apoyo por parte de los ciudadanos, y los proyectos comunales pueden conseguir todo esto”.

Olivier De Schutter, exrelator especial de la ONU sobre el Derecho a la Alimentación, cree que una solución podría ser El Quinto Proyecto de la UE, una nueva iniciativa cuyo objetivo es conseguir una sociedad verdaderamente sostenible aprovechando para ello el impulso conseguido por las más de 2.000 iniciativas comunitarias activas actualmente en Europa. El proyecto de De Schutter se basa en la creencia de que son necesarias nuevas formas de gobierno que combinen innovación social con democracia participativa.

“La transición dependerá de la movilización a nivel comunal”, dice De Schutter. En su opinión, aunque habrá personas que se sentirán decepcionadas al ver el Estado “capturado” por diversos intereses, “las comunidades, ya sean en una calle, un vecindario o localidades enteras, son el nivel más apropiado para que se inicie la transición”: esta transición podría resultar mucho más difícil en un bloque fragmentado que incluye 27 países y 500 millones de habitantes.

Según Pe’er, la acción colectiva no siempre traspasa fronteras: “Parece ser que cuando se menciona la palabra ‘comunidad’, la gente automáticamente piensa en cosas lejanas, en lugar de pensar en sus alrededores. Pero existen maravillosas comunidades y tradiciones en Europa, especialmente cuando pensamos en una UE extendida. Por ello, combinar los incentivos gubernamentales con las iniciativas comunitarias sería la forma correcta de avanzar. La conservación en el siglo XXI debería mirar hacia un nuevo modelo de diseño y aplicación conjunta, sin lugar a dudas”, concluye el experto.

El punto medio

Deutschland Ökodorf Sieben Linden in Sachsen-Anhalt
En Sieben Linden se hace la cosecha todavía con ayuda de caballos.Imagen: www.siebenlinden.de

En algunos puntos de Europa ya se está dando este fenómeno. Peter Hobson, profesor de gestión de conservación en la universidad Writtle College, dice que la combinación entre los esfuerzos de la comunidad y las iniciativas globales no es nada nuevo en Reino Unido: “El sistema socio-político en Reino Unido hace que haya sido mucho más fácil para nosotros distribuir la responsabilidad entre gobiernos y comunidades locales sin perder de vista los objetivos nacionales”.

Hobson señala como ejemplo a los 250.000 voluntarios medioambientales que se calcula que hay en el país y su campaña ThinkBig, un programa medioambiental que era parte del impulso del gobierno en 2010 para descentralizar el poder hacia las comunidades locales. ThinkBig se centró en la importancia de agrupar a todos los miembros de una comunidad específica en la lucha para preservar la biodiversidad: tanto ciudadanos corrientes como políticos y organizaciones medioambientales eran igualmente esenciales para la causa.

Hobson indica que esto puede deberse al panorama cultural británico: “Pueden llamarnos excéntricos, pero somos como hobbits en nuestras comarca, con un gran sentido de la independencia que nuestro gobierno aprovecha para apelar a nuestro sentido de la responsabilidad y para llamarnos a la acción”.

Autora: Elizabeth Owuor / lab

Editora: Emilia Rojas