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Discordias y crispación

25 de mayo de 2010

Las discordias, patentes durante los actos oficiales, crean un ambiente de crispación y dicen mucho sobre la cultura política de la élite argentina, sostiene experto del Instituto de Estudios Latinoamericanos del GIGA.

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Rencillas en el seno del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, empañan las festividades.Imagen: AP

Aunque la emancipación de Argentina se consumó formalmente el 9 de julio de 1816 –entonces recibía el nombre de Provincias Unidas en Sudamérica–, fueron los sucesos del 25 de mayo de 1810 los que propiciaron el derrocamiento del último virrey español asentado en Buenos Aires, la creación de la primera Junta de Gobierno y el inicio de la guerra que convertiría a esa colonia en un país libre y soberano. Son sobre todo esos acontecimientos los que se conmemoran con grandilocuencia este martes (25.5.2010) como los grandes hitos de la independencia argentina.

Pero algo enturbia los actos organizados en torno a este Bicentenario y no es precisamente el recuerdo de los miles de criollos que perdieron la vida en las cruentas batallas secesionistas. Son las discordias en el seno del Gobierno, patentes durante las ceremonias oficiales, las que crean ese ambiente de crispación y hablan volúmenes sobre lo que ha sido la cultura política de las élites locales desde que el nombre de Argentina aparece en el mapamundi.

Tensiones internas, pero a la vista

El diario bonaerense Clarín y otros medios comentan que, debido a las tensiones vigentes entre la Iglesia católica y la administración de Cristina Fernández de Kirchner, el tedeum oficial tendrá lugar en la basílica de Luján, a 70 kilómetros de la capital, y contará con la presencia de la presidenta, mientras que el tedeum conducido por el cardenal Jorge Bergoglio se celebrará en la catedral de Buenos Aires; su posición crítica de cara a Fernández de Kirchner promete atraer a un nutrido grupo de opositores, aunque el propio Bergoglio haya dejado claro que se trata de un acto “estrictamente religioso”.

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Una multitud se aposta frente al histórico Teatro Colón de Buenos Aires para celebrar su reinauguración tras cuatro años de restauraciones.Imagen: AP

Pero es en los actos seculares donde las rencillas internas del Gobierno salen a relucir. El lunes (24.5.2010), la presidenta se rehusó a acompañar al intendente de Buenos Aires, Mauricio Macri, a la reinauguración del teatro Colón para no toparse con el vicepresidente de Argentina, Julio Cobos, a quien también se abstuvo de invitar a la cena de gala en la Casa Rosada pese a la relevancia de la misma; a ella asistirán los mandatarios latinoamericanos convidados especialmente para las festividades del Bicentenario.

Idiosincrasia argentina

“Es un hecho, el clima ha estado enrarecido durante la celebración del Bicentenario de la independencia argentina; el signo más evidente de ello fue la ausencia de Fernández de Kirchner en el desfile militar del sábado (22.5.2010) en la avenida 9 de julio, un gesto poco cordial y difícil de explicar en un momento en que el ejército no constituye un factor de amenaza”, sostiene Jorge Gordin, investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos del GIGA, en Hamburgo.

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Kirchner y Cobos en mejores tiempos (Archivo).Imagen: picture-alliance/dpa

“Por otro lado, esas fricciones internas no son nuevas. Exceptuando los primeros años del siglo XX, marcados por la bonanza económica y el desarrollo acelerado, siempre hubo desconfianza entre las diferentes instancias del sistema político argentino. En Argentina nunca se crearon las condiciones para el diálogo que han propiciado transiciones democráticas saludables en otros países, como Chile y España, por ejemplo”, agrega Gordin.

Los futuros retos del Estado

El investigador del GIGA subraya que la desesperanza generalizada de la población argentina, registrada en encuestas realizadas recientemente con motivo del Bicentenario, tiene menos que ver con supuestos traumas de la dictadura o los embates de la crisis socioeconómica, que con las decepciones de la ciudadanía frente a la calidad y el funcionamiento de las instituciones. Clarín encargó un sondeo a la reputada consultora Graciela Römer y los resultados del mismo revelan con claridad dónde están los grandes retos del Estado argentino.

“La gente está decepcionada por el poco respeto que se le tiene a la Ley y, sobre todo, por la impunidad imperante. El hecho de constatar que, ante la duda, nunca se va a recurrir a medidas que fomenten el progreso nacional, sino a decisiones que benefician a corto plazo a personas o grupos específicos, intensifica la desconfianza de los argentinos en la clase política, cuyos miembros son percibidos como unos desvergonzados y no como líderes responsables que emiten fallos en función del destino nacional”, señala Gordin.

Destino incierto

Néstor Kirchner y su esposa Cristina Fernández ascendieron a la presidencia del país en 2003 y 2007, respectivamente, apelando a un discurso político derivado de aquel que durante muchos años articuló el Partido Justicialista. ¿No era su prioridad recuperar la confianza de los sectores más desfavorecidos de la sociedad? Y, si no lo consiguen antes de que culmine la era Kirchner, ¿qué va a hacer Argentina con la frustración acumulada de tantos ciudadanos?

“En este momento, el justicialismo –un híbrido entre partido y movimiento político que se va reinventando a sí mismo cada cierto tiempo– está paralizado por la falta de ideas; no tiene proyecto alguno ni a corto, ni a mediano, ni a largo plazo”, dice Gordin, admitiendo que el destino de Argentina, a 200 años de su independencia, es difícil de predecir: “El justicialismo simbolizaba la lucha por los derechos de las clases excluidas históricamente y ese era el valor que enarbolaba al principio de la democracia; pero el justicialismo fue también el primer promotor de las políticas neoliberales en Argentina y más tarde defendió políticas de intervención estatal. Ahora existe un vacío y nadie sabe qué vendrá”.

Autor: Evan Romero-Castillo
Editor: José Ospina Valencia