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Recuerdo de dos ídolos caídos

11 de enero de 2004

Alemania rinde homenaje a dos figuras que marcaron la política alemana de principios de siglo. Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht sentaron la base de las izquierdas alemanas a costa de sus vidas.

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Dos caras de la historia alemana.

El recuerdo de las dos figuras políticas se organizó con motivo del 85º aniversario de su ejecución a manos de los soldados. Alemania recuerda a estos dos héroes nacionales, rindiéndoles un homenaje en Berlín, que congregó a unas 25.000 personas. Los eventos comenzaron con la visita al monumento erigido en honor de ambos, a las que también asistieron líderes políticos destacados de toda Alemania.

Perseguidos por sus ideas

Rosa Luxemburgo nació en Polonia en el seno de una familia judía. Tras iniciar su actividad política en el país eslavo, se trasladó a Suiza escapando de las persecuciones políticas. Estudió en Zurich y posteriormente viajó a Alemania donde inició una febril tarea política del lado del partido Socialdemócrata (SPD). Su pensamiento representó las opiniones radicales dentro de la II Internacional y fue una voz crítica de Lenin y del marxismo.

Su gran actividad como política y pensadora del movimiento le llevó junto con Karl Liebknecht a fundar el grupo Spartakus, que posteriormente les costaría la vida. Spartakus fue el punto de origen de una agitación social que recorrió Alemania en 1919 y terminó con la abdicación del monarca y el príncipe heredero, y el inicio de la república alemana. Ambos revolucionarios habían iniciado la revolución alemana, que acabó trágicamente con sus vidas a manos de los soldados del Freikorps.

Luxemburgo fue una mujer cuyo papel en la lucha y en la elaboración teórica del comunismo fue fundamental dentro de la historia del movimiento obrero internacional. Su extraordinaria inteligencia, empuje y capacidad (hablaba once idiomas) fueron sus razones para destacar como uno de los principales dirigentes de la socialdemocracia internacional. Consagró su vida a la educación internacionalista del proletariado a través de artículos de prensa, conferencias, escuelas obreras e impresionantes discursos, en los que destacó como una agitadora brillante, y apasionada. Sus escritos son una aguda defensa de la revolución proletaria y de la honestidad en el compromiso político revolucionario.

Karl Liebknecht
Liebknecht en un discurso poco antes de estallar la revolución.Imagen: AP

El espíritu sigue vivo

Alemania vivió durante más de cuarenta años la división del país y la enemistad entre el bloque occidental y el oriental. En la antigua República Democrática Alemana(RDA), la conmemoración del día de la muerte de Rosa Luxemburgo, se convirtió en un acontecimiento nacional. Manifestaciones y símbolos de recuerdo recorrían las ciudades alemanas del este para rendir homenaje a los artífices del comunismo primigenio. En los últimos años del régimen comunista, la conmemoración cambió de “partido”, y se utilizó como acto de protesta contra la falta de libertades en la RDA.

En las conmemoraciones actuales ya queda poco de aquel espíritu revolucionario que Rosa Luxemburgo había impregnado al pueblo alemán. Ya no existe monarquía, ni república democrática, ni gobierno comunista. Aún así, el acto, presentado como arma de protesta política, no deja de tener su valor. Incluso el mismo monumento es testigo de la lucha política. El monumento fue erigido en la década de los 20, posteriormente destruido por los nazis y levantado de nuevo en los años cincuenta por el gobierno de la RDA.

Con la ceremonia de homenaje, numerosos líderes de la izquierda europea se dieron cita en Berlín, y pusieron la primera piedra para la fundación del partido europeo de izquierdas. Junto a los alemanes, organizaciones de España, Italia, Grecia, Francia, Austria y la República Checa se sumaron a la iniciativa, que se fundó bajo el lema de “Europa de la solidaridad”. Un acto de protesta contra el desmantelamiento del estado social y la injusticia. El espíritu revolucionario y de protesta de Liebknecht y Luxemburgo sigue vivo.