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Rebelde e independiente: cine político-social en Berlín

Klaus Krämer/ lbm10 de febrero de 2009

El cine comprometido está presente en la Berlinale. Los documentales que muestran realidades, lejanas o cercanas, tienen su lugar en el festival y son para el jurado y la organización parte imprescindible del evento.

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Escena del documental "Kashmir: journey to freedom".Imagen: Berlinale

Cuando el jurado de la Berlinale compadeció ante la prensa, portaba un claro discurso bajo el brazo. La crisis financiera internacional amenaza a los Estados pobres con anclarlos aún más en la miseria. El cine puede servir para llamar la atención sobre las injusticias de este mundo, y la gran pantalla se presta como herramienta para el cambio.

Apoyar la producción fílmica en África o en Asia es importante, pero igual de relevante es que los cines occidentales presten atención a las películas rebeldes e independientes: esas que cuentan historias reales, veraces, dramáticas, tristes, valientes, desconocidas o ignoradas; historias que ocurren, como las que se pueden ver fuera de concurso en el festival berlinés.

Una Cachemira libre y en paz

Filmstill Kashmir Journey to Freedom Berlinale 2009
"Kashmir: journey to freedom" da voz a los habitantes de Cachemira.Imagen: Berlinale

El Gobierno indio le negó el visado para entrar a Cachemira, así que el director israelita Udi Aloni tuvo ingeniárselas para dar instrucciones desde la distancia. Viendo el resultado, nadie diría que las condiciones del rodaje fueron tan excepcionales.

El documental Kashmir: journey to freedom da voz a los habitantes de una región marcada por el conflicto y la violencia diaria. “Éste es un film político, político en el sentido más puro”, asegura Aloni, “no se trata de la típica palabrería de los encuentros intelectuales, sino del verdadero significado de la política para la paz. De la política de las personas. De la política de los oprimidos.”

“Y tenga usted en cuenta”, prosigue el director, “que yo soy israelita y judío. Mi mensaje es: 'seamos solidarios con los musulmanes, con los musulmanes no violentos de todo el mundo'. Porque a veces me da la impresión de que a los judíos se nos utiliza para combatir el Islam. Pero, en mi opinión, los judíos y los musulmanes somos hermanos”.

De Cachemira podrían partir los puentes necesarios para llegar hasta la paz, por lo menos eso creen los jóvenes seguidores del Frente de Liberación Jammu Kashmir a los que Aloni retrata en su documental. Sin que el mundo les preste demasiada atención, luchan pacíficamente por una Cachemira libre en la que las diversas culturas y religiones convivan en armonía.

Amor en un rígido Afganistán

MEIN HERZ SIEHT DIE WELT SCHWARZ
Los protagonistas de "Mi corazón ve el mundo de color negro, un amor en Kabul".Imagen: Autlook Filmsales/Berlinale

Cinco años le dedicó la directora alemana Helga Reidemeister al documental Mi corazón ve el mundo de color negro, un amor en Kabul. Después de tanto tiempo, Reidemeister ha entablado una cercanía impresionante con sus personajes, una pareja que sueña con vivir junta pero a la que se le interponen un sinfín de obstáculos en el camino.

“Ambos representan la parte progresista de la sociedad. Son personas abiertas, cariñosas, que creen en los cambios. Quieren decidir ellas mismas su destino y no vivir bajo la imposición de las normas tribales o familiares, ni de los viejos rituales”, comenta la directora.

Helga Reidemeister, Regisseurin - MEIN HERZ SIEHT DIE WELT SCHWARZ
La directora alemana Helga Reidemeister.Imagen: Autlook Filmsales/Berlinale

Los dos se ven siempre que pueden. Sin embargo, el padre de Shaima se niega a concederle el divorcio del hombre al que fue vendida para ser su cuarta esposa. Y también la madre de Hossien está en contra de la relación: teme posibles actos de venganza y, además, no cree que su hijo sea capaz de alimentar a una familia. La pobreza lo llevó a luchar para los talibán. De su “cruzada” regresó paralítico. En Afganistán se habla mucho de las tradiciones y la religión, reconoce Hossein, pero al final lo único que importa es el dinero.

Las vergüenzas de la industria alimentaria

Szenenbild aus Food, Inc.
Escena de "Food, Inc."Imagen: Participant Media

Otro documental que puede verse estos días en Berlín es Food, Inc., que fue presentado para inaugurar la sección de “cine culinario”. Sin embargo, Food, Inc. no descubre los secretos de la cocina, sino que saca más bien a relucir las vergüenzas de la industria alimentaria: de los pocos consorcios que dominan el mercado y ponen el beneficio por encima de la salud de animales, trabajadores y consumidores.

La lista de horrores es larga: cereales genéticamente manipulados, piensos en los que se mezclan medicamentos, ganado al que se le inyectan hormonas y restos de pesticidas detectables en casi todos los productos. Y mientras las grandes empresas hacen negocio, la política calla y cubre.

“Hemos incluido este film en el programa porque pensamos que, tras la crisis financiera, la siguiente catástrofe ya está esperando para llamar a la puerta”, dice el director de la Berlinale, Dieter Kosslick, “y esa catástrofe reside en la producción de alimentos”.