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Policía condenado por amenaza de torturas

Pablo Kummetz20 de diciembre de 2004

El ex vicepresidente de la Policía de Fráncfort Wolfgang Daschner fue condenado el lunes por haber ordenado amenazar con tortura a un secuestrador para intentar salvar la vida de un niño.

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Wolfgang Daschner esperando el fallo en el juzgado.Imagen: AP


El Tribunal Regional de Fráncfort del Meno falló que Daschner había cometido delito de coacción y lo condenó a una pena pecuniaria de 10.800 euros, pero en forma condicional. Un comisario acusado de coautoría en el hecho fue penado a su vez al pago de 3.600 euros, también en forma condicional.

Los jueces penaron a los acusados bastante por debajo de la petición de la fiscalía, que también había solicitado penas en efectivo, pero de mayor monto. La condena condicional significa que ambos deberán pagar los importes sólo en caso de que cometan nuevamente un delito.

Con la condena pecuniaria, Daschner fue castigado con una de las penas más leves previstas en la legislación alemana. La pena pecuniaria condicional supone que ambos castigados seguirán sin tener antecedentes penales en los registros judiciales. La defensa había abogado por su absolución.

El secuestro

Jakob von Metzler
La víctima: una foto del niño Jakob von Metzler rodeada de flores.Imagen: AP

La historia es la siguiente. El 27 de septiembre de 2002, Jakob von Metzler, un niño de once años, vástago de una familia de banqueros de Fráncfort, es secuestrado camino de la escuela a casa por Magnus Gäfgen, estudiante de derecho de 27 años de edad.

En su casa, Gägfen le pega cinta engomada al niño sobre la boca y la nariz, provocándole la muerte por asfixia. En una carta a la familia del niño, Gäfgen exige un rescate de un millón de euros, asegurando que el niño está vivo y que será devuelto a la familia si ésta paga la suma. La familia de von Metzler acude a la policía.

El 29 de septiembre, Gäfgen va a recoger el dinero en su automóvil a un lugar acordado con la familia. La policía lo observa, pero no lo detiene, para no poner en peligro la vida del niño.

El crimen

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El criminal: Magnus Gäfgen.Imagen: AP

El 30 de septiembre, la policía detiene finalmente a Gäfgen y su novia en el aeropuerto de Fráncfort. Gäfgen acusa a otros de haber cometido el delito y menciona lugares donde aparentemente se halla el niño, pero la policía pronto constata que son mentiras.

El 1 de octubre, el vicepresidente de la policía de Fráncfort, Wolfgang Daschner, ordena que se amenace con producirle dolores físicos a Gäfgen, para que éste revele el escondite del niño, al que se supone aún con vida. Luego de esas amenazas de tortura, Gäfgen admite que el niño está muerto y que echó el cadáver a un lago cercano, donde la policía efectivamente lo encuentra poco después.

El 14 de octubre, Gäfgen admite finalmente haber cometido el delito y proporciona todos los detalles. Como motivo menciona "hacerse de dinero". La policía encuentra el millón de euros casi completo en su apartamento.

El 23 de enero de 2003, el abogado de Gäfgen halla una nota en las actas policiales, donde Deschner había documentado la amenaza de tortura. El 17 de febrero, la fiscalía comienza investigaciones contra Daschner y otro funcionario policial por sospecha de coacción.

La cuestión básica

El caso Daschner puso a los jueces ante el problema de decidir entre dos bienes jurídicos: por un lado, la posibilidad de salvar la vida de un niño y por otro, la integridad física y psíquica de la persona, aunque sea el sospechoso de un crimen.

Finalmente, el tribunal se decidió, como era de esperar, por dar más valor al bien de integridad personal, es decir, contra la tortura o, en este caso, amenaza de tortura por parte de un representante de la autoridad estatal.

No obstante, teniendo en cuenta que los móviles de los acusados habían sido altruistas y de ninguna manera en provecho personal o por patologías psíquicas, los jueces optaron por condenarlos a penas leves, casi simbólicas. El caso Daschner demuestra la fortaleza del Estado de derecho y la intangibilidad de la persona, aún en casos extremos, teniendo, por su carácter paradigmático, validez universal: no a la tortura.