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Grecia y los demás

Marcel Fürstenau (RML/JAG)27 de febrero de 2015

El Bundestag aprobó una prórroga del programa de rescate del más grave paciente de la UE. Pero el rescate heleno no es sólo cuestión de dinero, opina Marcel Fuerstenau.

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Wolfgang Schäuble, ministro alemán de Finanzas.
Wolfgang Schäuble, ministro alemán de Finanzas.Imagen: Reuters/H. Hanschke

En Wolfgang Schäuble (en la foto) se puede confiar. No importa que irrite, en el interín, a más de uno. Hace una semana el ministro alemán de Finanzas había rechazado, por inmaduras, las soluciones propuestas por el Gobierno griego para sortear la crisis de deuda. Con ello le demostraba a Atenas quien lleva la voz cantante en el bloque europeo: Berlín. Pero también desairaba a sus socios en otras capitales europeas, quienes se sintieron, con razón, ignorados. Al final, la estrambótica familia europea reunida en Bruselas terminó acordando un compromiso que sirve a todos, al menos, para guardar las apariencias: más tiempo para el “paciente” Grecia, pero sin ningún nuevo “medicamento” en forma de créditos millonarios adicionales de las “instituciones sanitarias” que le atienden (UE, BCE, FMI).

En este escenario, es consecuente que Schäuble haya pedido ahora insistentemente al Bundestag, la cámara baja del Parlamento alemán, aprobar la prórroga del rescate griego. A los democristianos (su partido) se les puede echar en cara muchas cosas: Que exageran con celo por la austeridad tanto en el ámbito nacional como internacional, por ejemplo. Y que consienten, además, el deterioro social e infraestructural resultante. No obstante, Schäuble es un europeo convencido, que vela seriamente por este maravilloso proyecto iniciado con aquella pionera Comunidad Europea del Carbón y del Acero en 1951. Es por eso que este político, nacido en medio de la Segunda Guerra Mundial y con 43 años de experiencia parlamentaria, formula frases como esta: “La solidaridad está ligada a la confiabilidad”.

Si Schäuble habla de solidaridad, es en serio

Si estas palabras hubiesen venido de otro, sonarían probablemente retóricas. Pero en boca de Schäuble son un compromiso. Un buen futuro para la comunidad de los 28, de los que 19 pertenecen a la unión monetaria, sólo será posible, en su opinión, “si nos mantenemos unidos en Europa”. Y esto es algo que Schäuble entiende de forma muy diferente a sus críticos dentro y fuera del Parlamento. Con su reflexivo “sí” a una reforma del rescate griego, el supremo tesorero alemán ha desafiado generosamente a todos los populistas. Y los agitadores políticos están en todos los frentes: en la política, en los medios, en la calle.

La prueba de fuego para todos los implicados aún está pendiente. Schäuble y la mayoría de los representantes del pueblo alemán han dado más tiempo a los griegos y también se lo han dado a sí mismos. El hijo más problemático de la familia europea seguirá teniendo y dándole a los demás problemas por un buen tiempo. Grecia se ha convertido en sinónimo de la crisis monetaria. Pero no se debe olvidar que los déficits de la Unión Europea (UE) no son sólo de naturaleza fiscal. La UE solo ganará (o recuperará) su credibilidad y atractivo si se torna, en general, más transparente y democrática.

Marcel Fürstenau, estudio central de DW en Berlín.
Marcel Fürstenau, estudio central de DW en Berlín.Imagen: DW/S. Eichberg

No sólo Grecia amenaza valores europeos

Los errores financieros tienen un impacto especialmente duro sobre la gente. Grecia es sólo el ejemplo más brutal. Europa necesita, por fin, un fundamento no solo social sino también moral estable. Actualmente, millones de personas carecen de perspectiva económica en toda la UE. Esa realidad es pura dinamita para el bloque. Pero la lista de deformaciones de todo tipo es larga e inquietante: El tutelaje de los medios en Hungría, o los daños a la libertad de expresión y las dudas sobre la independencia de la Justicia en la Italia de la era Berlusconi, son solo dos ejemplos.

No importa cuán diversas sean las violaciones al Tratado de Lisboa, aprobado por todos los países miembros de la UE, cada una de ella socava el fundamento común. Por eso la comunidad debe actuar de forma más consecuente y menos contradictoria, más allá también del tema financiero. La pequeña Austria fue castigada hace 15 años con sanciones a nivel bilateral y diplomático, porque su conservador Partido Popular ÖVP se alió en coalición con el nacionalista Partido de la Libertad FPÖ, de extrema derecha. La gran Italia logró ahorrarse siempre el regaño oficial, pese a que su Liga Norte, que nada tiene que envidiarle al FPÖ austríaco, estuvo involucrada en el Gobierno más de una vez.

Solidaridad no es calle de un solo sentido

Ambos Gobiernos habían sido democráticamente legitimados. Por eso fue un error haber castigado entonces a Austria. Democráticamente legítimo es también el nuevo Gobierno dominado por los socialistas griegos, que tuvo que agenciarse el apoyo de una fracción desprendida de un partido de derecha. El europeísta ministro alemán de Finanzas apreció expresamente la decisión electoral de los griegos y la vinculó a su frase clave: “La solidaridad está ligada a la confiabilidad”. Algo que vale para Grecia, pero también para el resto de los 27 miembros de la UE.