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Nuevas perspectivas para Cercano Oriente

Enrique López Magallón30 de noviembre de 2012

Las Naciones Unidas reconocieron a los palestinos como Estado no miembro con estatus de observador. Una decisión inteligente que propiciará la paz y la estabilidad en la región, opina Kersten Knipp.

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Imagen: picture alliance / dpa

Es un resultado claro: 138 de los 193 países miembros de la ONU apoyaron la solicitud de los palestinos de obtener el estatus de Estado observador. Si se tiene en cuenta a los 138 de los 193 Estados, ¿qué significa eso? ¿Se trata de un triunfo para los palestinos y, por tanto, de una derrota para Israel que lo deja en ridículo, y que hay que revertir a cualquier precio? En ambos bandos – tanto del lado israelí como del palestino- se alzan voces que describen de ese modo el resultado de la votación ante las Naciones Unidas.

La cuestión es si tales interpretaciones son beneficiosas, ya que la decisión también puede describirse de modo muy diferente, es decir, como el nacimiento de una gran oportunidad de lograr que la situación en Cercano Oriente al fin se pacifique y se estabilice. Algo que requiere especialmente del apoyo de Israel, ya que muchos israelíes desconfían de la voluntad de paz de los palestinos, lo que algunos comentaristas de los medios se ocupan de subrayar. Como, por ejemplo, el historiador Shlomo Sonim, del Jerusalem Post, que escribió que la solicitud de los palestinos tiene por único objetivo la destrucción de Israel: “La meta de Abbas –y eso está claro- no es construir un Estado palestino pacífico codo a codo con Israel, sino remplazar a Israel”. Y su viaje a Nueva York no es otra cosa que una pérfida argucia para llevar adelante una “guerra jurídica”, es decir, una continuación de la guerra, esta vez a través de instrumentos legales.

Kersten Knipp, de Deutsche Welle.
Kersten Knipp, de Deutsche Welle.Imagen: DW

Los palestinos asumen su responsabilidad

Tales reparos son difíciles de entender, ya que, con su nuevo estatus, la cúpula palestina asume también una gran responsabilidad. Se somete de un modo más serio que hasta ahora a estructuras internacionales, y se ve más obligada que antes a respetar las reglas de juego de la diplomacia. Y aquí también habría que mencionar que, por experiencia, el paso por las instituciones cambia más a quien las transita que a las instituciones mismas.

En otro orden de cosas, Israel tampoco debería preocuparse, de hecho, por su interpretación de la política de asentamiento en los territorios autónomos. Si bien los palestinos, gracias a su nuevo estatus, están ahora en condiciones de llevar sus quejas contra la política de asentamiento de Israel al Tribunal de La Haya, Israel, por su parte, tiene también una gran oportunidad, es decir, la de confirmar a nivel internacional la legitimidad de sus asentamientos en territorio palestino de modo convincente. Si, por el contrario, se comprobara que la política israelí de asentamientos infringe el derecho internacional, entonces no habría razón para no llevar adelante un proceso ante La Haya. Las leyes solo son leyes si son válidas si para todos por igual, y si miden a todos con la misma vara.

Una decisión difícil para Alemania

La República Federal de Alemania reflexionó mucho antes de tomar una decisión sobre su voto en la ONU. Al abstenerse, demostró que no desea adherir a la posición de Israel, que rechazó la moción de manera vehemente hasta el último momento. Si bien el Gobierno alemán duda de que “el cambio al que aspiran los palestinos pueda ser, en estos momentos, útil al proceso de paz”, como lo expresó el ministro de Relaciones Exteriores, Guido Westerwelle, también es cierto que la solicitud palestina corresponde, en un punto esencial, a la idea de Alemania acerca de que, al final del proceso, la solución debe ser la coexistencia pacífica de dos Estados.

Esa actitud demuestra, asimismo, que Berlín sabe exactamente de qué modo se interpretará la decisión en Ramallah y en otras regiones del mundo árabe. Hace una semana, los israelíes y los palestinos pusieron fin a un sangriento conflicto armado en el que murieron más de un centenar de personas. Ahora, ante las Naciones Unidas -el epicentro de la diplomacia-, casi 200 Estados votaron sobre el estatus de los palestinos, y, con ello, al menos también en parte, acerca del carácter que puede llegar a tomar ese conflicto. Un conflicto que se está institucionalizando e internacionalizando, tal como correspondió muy a menudo a la práctica política de las últimas décadas, y sigue correspondiendo. Si Alemania no se hubiera abstenido y hubiese votado en contra de esta decisión, no podría haber esperado demasiada comprensión de parte del mundo árabe.

Autor: Kersten Knipp (CP)

Editor: Enrique López