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Microcréditos en Alemania

Johanna Schmeller/ CP12 de diciembre de 2013

Los microcréditos son un instrumento para independizarse, también en los países industrializados, dicen algunos, mientras otros creen que son el camino más seguro hacia el endeudamiento.

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Imagen: Fotolia/pressmaster

Hace 15 años que Sylvia Höhentinger lleva adelante una exitosa empresa de servicios de mensajería. Sin embargo, decidió fundar otra. Mientras viajaba por Baviera observó cómo las instalaciones fotovoltaicas en los techos de las casas se multiplicaban como hongos. Fue entonces cuando pensó que, en algún momento, habría que limpiarlas. “Investigué y averigüé qué aparatos se necesitaban para eso”, cuenta. Un limpiador de paneles solares cuesta cerca de 2.000 euros, una suma que su banco no quería prestarle. Pero ella no dio el brazo a torcer y, finalmente, un banco regional accedió a darle un microcrédito. “Fue realmente muy fácil”, explica. Sólo tuvo que rellenar un formulario, y dos semanas más tarde, el dinero estaba sobre la mesa.

Nuevos horizontes, nuevas estructuras

El Fondo Alemán de Microcréditos se creó en 2010 con el fin de cerrar un bache en el sistema financiero. A través de una subvención para fundadores de empresas del Ministerio Federal de Trabajo, cada vez más jóvenes desempleados decidieron crear su propia fuente de ingresos. Claro que sus bancos reaccionaron, en primera instancia, con incomprensión ante la solicitud de un crédito por una suma pequeña. También el riesgo de invertir en nuevas ideas era demasiado alto para muchos bancos tradicionales.

“Hasta hace unos tres años, Alemania era un país en desarrollo en cuanto a microfinanciación”, dice Jörg Schoolmann, del Instituto Alemán de Microfinanzas. Pero eso ha cambiado: más de 60 empresas se acreditaron hasta la fecha para otorgar microcréditos. El público al que se dirigen son pequeñas empresas con poca necesidad de financiación, de entre 3.000 y 20.000 euros.

Symbolbild - Junge Firmengründer
Imagen: Fotolia/apops

“Con 5.000 créditos por año, todavía vamos a la zaga”, aclara Schoolmann, que estima el potencial de mercado en 50.000 créditos. “Pero la ventaja de un crecimiento lento es que primero se pueden crear las estructuras necesarias antes de presentarlas a la un vasto público”.

Europa, entre el fin y la expansión de la microfinanciación

En Europa, el otorgamiento de microcréditos es heterogéneo. Según el Wall Street Journal, el número de microcréditos en Europa aumentó, gracias al fomento estatal, en más de un tercio entre 2008 y 2011. Sólo en España se otorgaron 75.000 microcréditos para ayudar a las pequeñas compañías a salir de la crisis, tal como lo comenzó a practicar el Premio Nobel de la Paz bengalí, Muhammad Yunus, con su “Grameen Bank” para países en desarrollo.

En España y en Francia, sin embargo, muchas pequeñas empresas están al borde de la insolvencia, por lo cual los microfinanciadores son más reticentes, a pesar de las ayudas estatales, a la hora de otorgar crédito, opina Schoolmann. En mercados liberales, como los de Inglaterra o la República Checa, los intereses de los microcréditos ascienden a un 30 hasta un 60 por ciento, lo que provoca distintas consecuencias: “En Inglaterra, eso condujo a la muerte de los microfinanciadores”, dice Schoolmann. En países del este de Europa, por el contrario, “el mercado es muy fuerte y funciona”, según señaló a DW Alexander Kritikos, del Instituto de Investigación Económica de Berlín (DIW). En Alemania, los créditos son subvencionados por el Ministerio Federal de Trabajo, por lo cual se plantea la cuestión de si esa estrategia puede seguir funcionando a largo plazo. “Un interés del 10 por ciento no cubre los costos del crédito”, asegura.

Muhammad Yunus, fundador del Grameen Bank.
Muhammad Yunus, fundador del Grameen Bank.Imagen: Getty Images

Microcréditos alternativos

“En Alemania, los créditos de bancos que fomentan la creación de empresas son una buena alternativa”, afirma Kritikos. Pero “sólo son otorgados bajo determinadas condiciones. Hay que cumplir con muchas instancias burocráticas y la espera es mucho más larga, por lo cual el tiempo ahorrado con un microcrédito compensa los intereses más altos”.

Según Sylvia Höhentinger, sus cálculos dieron buenos resultados. Lo que comenzó siendo su “segunda compañía” se transformó rápidamente en la principal, una empresa muy productiva. Al comienzo, sólo tenía 80 pedidos por temporada. Hoy, esa cifra es tres veces mayor, y la tendencia va en aumento. Un encargo promedio le rinde entre 300 a 400 euros. En el lapso de un año pudo pagar el primer microcrédito, y hoy es dueña de la primera empresa certificada de limpieza de instalaciones solares particulares de Baviera. Sylvia Höhentinger asegura que volvería a tomar un microcrédito, ya que asegura que “no hay otra forma más fácil de conseguir dinero rápidamente”.