1. Ir al contenido
  2. Ir al menú principal
  3. Ir a más sitios de DW

María José Siri canta Tosca en Berlín

María Santacecilia14 de marzo de 2014

Por un error, María José Siri fue a clase de canto en lugar de acudir a su clase de saxofón. La voz de una soprano le conmovió de tal manera que ya no pudo desprenderse de aquella sensación. Ahora canta Tosca en Berlín.

https://p.dw.com/p/1BPiB
Imagen: Thomas Bartilla

El viernes (14.03.2014), la soprano María José Siri (Uruguay, 1976) vuelve a la Staatsoper de Berlín para encarnar por cuarta vez en esta temporada a Floria Tosca. Lo hace en una producción mítica del teatro, la de Carl Riha, por la que han pasado grandes Toscas de la historia. En mayo encarnará el mismo papel en la Deutsche Oper de la capital alemana. Es un papel que ha hecho suyo, aunque no se identifica demasiado con la personalidad de la diva pucciniana. Luchadora incansable, María José Siri trata de no ponerse límites como artista desde que descubrió que su pasión verdadera no era solo la música, con la que creció desde niña, sino concretamente el canto.

Deutsche Welle: ¿Cuáles son para usted los principales retos vocales y escénicos del papel de Tosca?

Mª José Siri: Ambos aspectos van de la mano. En el primer acto, Tosca es una joven artista, enamorada y celosa. En el segundo, se transforma hasta el punto de ser capaz de matar, aunque es tan ingenua como para confiar en que el malvado Scarpia le firme un salvoconducto auténtico para su amado Cavaradossi. Y el final… bueno, ya sabemos que la historia no acaba bien. Mi reto es hacer llegar al público las distintas fases emocionales por las que atraviesa esta joven mujer.

¿Qué Tosca de la historia le conmueve especialmente?

A nivel interpretativo, Maria Callas, pero claro, es fácil nombrar a Callas. No como modelo a imitar, sino como alguien de quien los jóvenes podemos aprender. En cuanto a lo vocal, admiro mucho la Tosca de Raina Kabaivanska. Una mezcla de ambas sería ideal.

¿Y cómo es el público alemán?

Es muy respetuoso, me gusta mucho. Tiene mucha tradición. A diferencia de otros públicos, no interrumpe la orquesta porque un solista hizo un agudo. Pero, al final de la función, te recompensa con creces si la actuación les ha gustado. La gente en Sudamérica y España es más efusiva.

En ltalia o España, tras cantar Tosca su célebre “Vissi d'arte”, la gente se emociona y jalea a la cantante gritando: “¡Brava!” Eso en Alemania no suele suceder…

Bueno, a mí concretamente sí me han aplaudido tras el “Vissi d'arte”. En cambio en otras ocasiones no, como al cantar Mimí, de La Bohème, Aida y papeles en otras óperas. Pero es bonito que la gente escuche con tanta atención y respeto. No me gusta que, porque haya un agudo, la gente tenga que interrumpir la música.

Escénicamente hay Toscas modernas y Toscas tradicionales, ¿en cuáles se siente mejor?

Las producciones modernas me atraen tanto como las tradicionales, siempre y cuando estén bien dirigidas. No me gusta cuando los directores de escena quieren cambiar o reinventar el libreto sin respetarlo.

¿Recuerda alguna cosa extrema que le haya pedido un director de escena, como cantar un sobreagudo de puntillas o cosas similares?

Claro que he hecho muchas cosas, tengo muchas cicatrices en mi cuerpo por culpa de la ópera… (Risas) He tenido episodios en los que tuve que hacer agudos tirada en el suelo, colgada de algo, o con un vestido que pesaba más de 20 kilos. Cuando me proponen algo, no me suelo negar, porque trato de superarme, de no ponerme límites. Además, yo sufro de vértigo, así que esa es otra cosa contra la que tengo que luchar.

Usted ha llegado donde está gracias a un afortunado error con el día en el que tenía que tomar su lección de saxofón…

Sí, porque me quedé en la clase de canto. La música fue siempre parte de mi vida, porque aprendí a leer las notas del pentagrama antes que a leer palabras. Mi primer idioma fue la música, pero lo que yo sentí en mi alma cuando escuché cantar en aquella ocasión a una joven soprano, me conmovió profundamente y me dije “quiero probar”. Tuve que dejar el saxofón, porque es incompatible con la técnica vocal operística…

¿Qué edad tenía entonces?

Empecé muy tarde, tenía 21 años. He hecho las cosas en otro orden. Yo tuve la suerte de ser madre joven y el amor por mi hija hizo que me esforzara más. Quise demostrarle que los sueños hay que perseguirlos y empecé el conservatorio cuando ella tenía dos años. Lo digo por si alguien joven ya es mamá y piensa que no se puede, me gustaría decirle que adelante. Si uno ama lo que hace, no hay límites, nunca es tarde.

Encarna sobre el escenario personajes que sufren mucho: Tosca, Violeta de La Traviata, Cio-Cio San en Madame Butterfly. ¿Con cuál de ellos se identifica más como mujer?

Es complicado, porque mi personalidad es distinta a la de ellas. Pero, si tuviera que elegir un personaje al que sentirme más cercana, porque tocan mi vida real son las madres: Suor Angelica, Un ballo in maschera.

Lleva asentada en Europa desde 2006. En estos años, los músicos latinoamericanos están cada vez más presentes en la escena internacional. ¿Cómo ve desde aquí las cosas en Latinoamérica a nivel musical?

Yo, por ejemplo, canté antes en Argentina que en Uruguay, mi país, porque en aquel momento estaban los teatros cerrados y no se hacía ópera. Hace 7 años que vivo aquí y en este tiempo ha cambiado mucho la vida cultural en Sudamérica. Se hace mucha más ópera. Por ejemplo, ahora en Uruguay tenemos dos teatros. Siento que el sudamericano tiene un espíritu distinto, como una especie de rabia por salir adelante. Es como una necesidad, no solo para ganar dinero, sino por la pasión de hacer. Eso me gusta de mi pueblo…