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¿Son los alemanes miedosos?

Peter Zudeick/Andrés Villegas18 de diciembre de 2012

Cuando el alemán se siente amenazado, alguna razón tiene para ello. Peter Zudeick le dedica su quinta columna al "German Angst".

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Imagen: Fotolia/dgmata

Es un nuevo triunfo del idioma y de lo alemán en general. Después de que Blitzkrieg, Kindergarten, Rucksack y Gemütlichkeit, Wunderkind, Schadenfreude, Wirtschaftswunder, Waldsterben y muchas otras palabras alemanas encontraran acogida en otros idiomas, la palabra Angst, miedo, angustia, temor; también se abre camino. No obstante, más allá de lo grato que pueda ser, no podemos entender muy bien que tenga que existir una especie de Angst típicamente alemana.

Por alguna razón, siempre nos hemos sentido cercanos a los celtas, conocidos por no tenerle miedo a nada. Excepto a que se les caiga el cielo encima. Entre nosotros se dice: “Los alemanes le tememos a Dios y a nada más en este mundo.” Es una frase que Otto von Bismarck, el primer canciller imperial alemán, dijo en 1888 en el Reichstag. ¿Qué ha pasado entonces entre 1888 y hoy?

Sí, es cierto, dos guerras mundiales tuvieron lugar. Eso debió haber amedrentado lo suficiente a los alemanes para que no pudieran librarse de ello con jactancia y tuvieran que padecer un dolor general por el mundo, una enfermedad colectiva que algo tiene que ver con el Weltschmerz, la melancolía que vio la luz gracias al Romanticismo alemán. Y también está el filósofo alemán Martin Heidegger, quien después de la Segunda Guerra Mundial definió la vida como “ser para la muerte”, por lo cual el sentimiento rector de la vida sería el miedo. Algo así nos lo tomamos los alemanes muy en serio.

Y de ahí tal vez proceda también ese miedo tonto a las amenazas difusas, a aquello que no conocemos. Cuando se propagan la epidemia de las vacas locas, la gripe porcina o la avícola, ¿quiénes se sienten amenazados? Los alemanes. Y los demás se ríen de nosotros. Cuando Google toma fotos de calles y casas para el disfrute del mundo entero, ¿quiénes le temen a intromisiones indebidas o a abusos de los datos informáticos? Los alemanes. Y Google se ríe de nosotros.

Symbolbild Protest gegen Atomkraft
En Japón explota Fukushima y en Alemania aumenta el temor hacia la energía atómica.Imagen: Reuters

Cuando el sistema de valores occidental tiene que ser defendido en Irak, Afganistán, en Libia, o en algún otro lugar del mundo, ¿quién da por sentada una guerra y se atemoriza? Nosotros. Y los demás se siguen riendo. Cuando la energía nuclear brinda beneficios y prosperidad por todas partes y acrecienta la riqueza de los países, ¿quiénes no ven más que desastres y desgracias por venir? Los alemanes. Y los ingleses, franceses, checos, rusos y finlandeses se burlan de nosotros. Por lo menos hasta cuando tiene lugar una fusión o derretimiento de los núcleos en las centrales atómicas japonesas.

Todo ello tiene que deberse a que al alemán le gusta cavilar las cosas. En lugar de aceptar simplemente todas las posibilidades que ofrece la vida, reflexiona. Duda. Quiere indagar, llegar al fondo de las cosas. “El miedo no es la simple falta de coraje, son las preocupaciones que atormentan; un estado de duda, constrictivo.” Así aparece en el “Diccionario alemán” de los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm. Y ese estado se alcanza fácilmente cuando se ha rumiado la insuficiencia de este mundo para constatar que contra ella no hay ningún remedio. Por lo menos ninguno alemán.