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La energía atómica es cosa del pasado

14 de marzo de 2011

Si bien aún no se conoce a ciencia cierta la dimensión y las consecuencias de las fallas en los reactores atómicos japoneses, bajarse de la energía atómica es la única alternativa posible, opina Judith Hartl.

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La catástrofe nuclear en Japón cambiará el mundo, y de forma duradera, porque nos deja en claro, y sin lugar a ninguna duda, cuán peligrosa e ingobernable es, en definitiva, la energía atómica. Podemos controlar la fisión nuclear. Sabemos cómo se comportan los átomos y lo que debemos hacer para que nos provean de enormes cantidades de energía. Pero ahora también conocemos la impotencia espantosa con que expertos, físicos nucleares y políticos se enfrentan a una central nuclear cuyo equilibrio se ve alterado. Sólo queda una impotencia total, miedo, y la tenue esperanza de que las barras de combustible del reactor atómico no se fundan; que el sobrecalentamiento se detenga por sí solo.

El debate sobre el uso de la energía nuclear es el tema principal de la agenda política, y no sólo en Alemania. Y quien diga que Japón sabía de antemano que estaba sentado sobre un barril de pólvora tectónico, y que en Alemania no se producen terremotos de esa magnitud, se conforma con argumentos demasiado fáciles. Le falta pensar en los aviones que pueden caer sobre una planta atómica, o en los ataques terroristas, o en las múltiples posibilidades de que se cometan fallas humanas.

Pero el mayor peligro no sólo lo representa un máximo accidente posible. También lo son la basura nuclear, que sigue emanando radioactividad y que no sabemos dónde deponer, a riesgo de convertirse en cualquier momento en un gran problema. Porque, hasta el momento, no se cuenta con un solo depósito nuclear adecuado en ningún lugar del mundo, y a pesar de seguir buscándolo esforzadamente.

¿Queremos seguir aceptando un riesgo semejante también en el futuro, a pesar de contar ya con energías alternativas? Energía solar, energía eólica y todas las demás. Energías renovables que nos alejarían de la dependencia del petróleo, que carecen de riesgos, son sostenibles y no representan un peligro para las futuras generaciones. Es en esas energías en las que debemos, por fin, realizar inversiones masivas. No son sólo un sueño ecologista. Representan un ecosistema más limpio y sostenible para una sociedad moderna y tecnificada.

La energía nuclear, por el contrario, es anacrónica. Es sucia, peligrosa y despilfarra recursos, ya que también el combustible de las centrales atómicas, el uranio, se está terminando. Según expertos, se cuenta con uranio para unos 50 o 60 años. ¿Es eso sostenibilidad? Eso es lo que perjuran los lobiístas de las empresas de energía atómica, que ganan mucho dinero con la fisión nuclear y tienen enorme influencia en la clase política. Pero esperemos que, después de la catástrofe en Japón, ésta se haya despabilado, y que demuestre valor. Que tenga el valor de acabar con concepciones anticuadas e invertir en las energías y en la tecnología del futuro.

Autora: Judith Hartl
Editora: Luna Bolívar Manaut