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Juncker: una huida hacia adelante

Christoph Hasselbach (oha/PK)13 de noviembre de 2014

El Presidente de la Comisión Europea lamenta los trucos de Luxemburgo para el ahorro de impuestos de las grandes empresas. Ahora quiere contrarrestar, aunque eso no ayude a su credibilidad , dice Christoph Hasselbach.

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Jean-Claude Juncker erste Sitzung der neuen EU Kommission 05.11.2014 Brüssel
Imagen: Reuters/F. Lenoir

Jean-Claude Juncker pasa a la ofensiva, sin embargo, demasiado tarde. Ahora admite que fue un error no haber enfrentado, desde la semana pasada, las acusaciones sobre la evasión de impuestos de corporaciones internacionales en su país natal. Incluso lamenta los beneficios fiscales. Durante días, Juncker estuvo desaparecido y se dejó representar por su portavoz. Ahora que la presión aumenta, la Comisión quiere proponer un intercambio automático de información sobre los acuerdos de control y una base imponible común. En otras palabras, ahora se quiere combatir, a nivel europeo, lo que Juncker construyó durante más de veinte años en sus roles como primer ministro y ministro de Finanzas de Luxemburgo. Por ello, la iniciativa parece un torpe intento de hacer olvidar a la gente el importante papel que Juncker jugó en este problema.

Todo un Estado como refugio fiscal

Al parecer, el astuto político no entendía la urgencia de este asunto, quizás porque se le había vuelto tan normal. Luxemburgo ha usado complejas construcciones financieras que a las corporaciones internacionales les han ahorrado, aparentemente, miles de millones de dólares en impuestos. Como Juncker fue, durante 20 años, ministro de Finanzas y casi durante el mismo periodo de tiempo, primer ministro del Gran Ducado, está íntimamente ligado con el desarrollo del país como centro financiero. El Estado entero, que fungió como refugio fiscal para extranjeros ricos y corporaciones internacionales, ha contribuido a que el medio millón de personas que vive en Luxemburgo, tenga, sin duda, el más alto ingreso per cápita en la UE. Pero Luxemburgo no era, ni es, un caso aislado. También Irlanda y Holanda han concedido beneficios a las grandes empresas en el pago de impuestos. Y todos los gobiernos lo sabían. Hace unos días, alrededor de 50 países firmaron un acuerdo sobre el intercambio mutuo de información sobre los clientes bancarios, también Luxemburgo. Hasta ahora había faltado esta determinación en la fiscalidad de las empresas.

Christoph Hasselbach
Christoph HasselbachImagen: DW/M.Müller

Los ciudadanos pagan los fracasos

A pesar de que la Comisión ya había iniciado un procedimiento contra Irlanda, Holanda y Luxemburgo en 2013, se trataba de cuestiones de competitividad y no de la legalidad de este tipo de acuerdos fiscales. Pero precisamente aquí está el problema. Ahora también Juncker acepta que: lo que está legalmente permitido, está lejos de ser moralmente aceptable. Si un país de la UE atrae a las empresas por medio de bajas tasas de impuesto, sin competencia alguna, vive a expensas de los demás países, que no pueden, o no quieren, hacer este tipo de excepciones. Y al final, son siempre los ciudadanos comunes y corrientes quienes tienen que llenar el vacío con sus impuestos. Ese es justamente el escándalo y el hecho de que Europa, hasta ahora, haya tolerado tal competencia destructiva. Y es lo que trae agua a los molinos de quienes quieren destruir la identidad europea. Por ello, no es de extrañar que la francesa de extrema derecha, Marine Le Pen, haya sido la primera en exigir la renuncia de Juncker. Ella y sus simpatizantes en toda Europa, serán quienes le saquen provecho a este dilema.

Una renuncia es poco probable

Sin embargo, es muy probable que Juncker mantenga su puesto como presidente de la Comisión. De eso se encargarán la mayoría de sus partidarios en el Consejo de los Estados miembros y en el Parlamento Europeo. El proceso para acordar que él fuera presidente, fue muy largo y complicado, e incluyó aspectos políticos, geográficos y muchos otros. Sería muy tedioso comenzar todo de nuevo. Además, una renuncia podría reforzar el sentimiento generalizado entre el público del fracaso de las élites europeas. Durante la presentación de la nueva Comisión, Juncker había hablado de la "última oportunidad para Europa", ante el rampante escepticismo de la gente ante la UE. Así que le debe de haber estado muy claro lo que estaba en juego. Lo que probablemente subestimaba, era lo que él personalmente podría tener que ver con esa "última oportunidad", y cómo utilizarla para bien. La única esperanza que queda, es que la UE por fin reaccione y le ponga fin a los impuestos mínimos para las grandes corporaciones. El apoyo del público lo tendría seguro.