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Especies fuera de su hogar

25 de febrero de 2014

Las especies extranjeras no siempre dañan sus nuevos ecosistemas, afirma el activista Cord Riechelmann. El experto cree que los esfuerzos se deben concentrar en la conservación de especies y no en la lucha contra ellas.

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Imagen: ISNA

Cuando Cristóbal Colón llegó a América en 1492, dio comienzo lo que se puede considerar como una nueva era en biología. Los barcos que navegaban los mares del mundo han ido transportando animales y plantas de continente a continente a una escala sin precedentes. Esto ha llevado a que en partes de la Bahía de San Francisco, por donde gran cantidad de barcos han navegado durante siglos, el 99 por ciento de la flora y fauna son exóticas, es decir, no nativas de la zona, sino provenientes de África, Europa o Asia. Entre estas especies se incluyen aves como el estornino europeo o el gorrión común.

La situación no es muy diferente en Europa, tal y como explica el biólogo evolucionista Josef H. Reichholf en su libro “Una historia natural corta del último milenio”: “Una y otra vez vuelven a alternar las condiciones entre períodos de clima más cálido y más frío, pero en la zona de transición entre el ‘Oeste atlántico’ y el ‘Este continental' de Europa Central quedó un área mezclada para flora y fauna con una capacidad aparentemente grande para albergar nuevas especies”.

Tiere in der Großstadt
El mapache y el cangrejo de Shanghai son dos de las especies invasoras más extendidas de Europa, pero ninguna de ellas es realmente peligrosa para las especies nativas.Imagen: Florian Möllers

Tan solo en los últimos 300 años, la pérdida de especies habría resultado desastrosa si las poblaciones extranjeras nuevas se hubieran separado de las nativas. Por ejemplo, casi todas las especies de orquídeas habrían desaparecido, al igual que los castaños que ofrecen sombra en los patios y jardines de cerveza alemanes.

Animales con mala reputación

Aunque hasta ahora a nadie se le ha ocurrido protestar contra las orquídeas o los castaños, otras especies como el cangrejo de Shanghai (Eriocheir sinensis) o el mapache boreal (Procyon lotor) no han tenido tanta suerte. Cuando comenzaron a multiplicarse en Alemania en el siglo XX, saltaron las alarmas. Se temía que los cangrejos y los mapaches, ambas especies omnívoras, impusieran una competencia a las especies endémicas, o literalmente les robaran el alimento. Pero nada de esto llegó a ocurrir: en ambos casos, nunca hubo pruebas de que resultaran una amenaza para la fauna y flora local, ni se observaron señales de que se diera una competencia entre ellas. Aparentemente, los mapaches y cangrejos consiguieron establecerse en áreas que no estaban siendo usadas. Y aún así, la transición al nuevo hogar no se dio sin problemas.

Los cangrejos de Shanghai crean sus hogares a orillas de ríos, y pasan su vida adulta en terraplenes y diques. Con esto pueden dañar sistemas de protección del río, e incluso llegar a destruirlos. Los mapaches, por su parte, pueden causar molestias al meterse en hogares privados. Son extremadamente hábiles para colarse por puertas y ventanas y entrar en despensas, y pueden dejar un rastro de destrucción a su paso. En ambos casos, son los seres humanos los que sufren las consecuencias, y no otros animales.

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Los cangrejos de Shanghai no suponen una amenaza para las especies endémicas, pero sí son un problema para las personas: se dedican a cavar túneles en diques.Imagen: Jan Schilling

Pequeña isla, gran problema

En grandes extensiones de tierra, como Estados Unidos o Europa, la mayoría de las nuevas especies no causan tantos problemas. En América no hay señales de que el estornino europeo o el gorrión común tengan efectos negativos sobre la población de aves local. Pero cuando se trata de islas pequeñas, la situación cambia. Guam es un buen ejemplo del efecto de las especies invasoras en una isla: en ella la culebra arbórea café (Boiga Irregularis) ha acabado prácticamente con toda la población de aves.

La culebra no tiene enemigos naturales en la isla, y las condiciones de vida son ideales para ella, especialmente porque las aves locales no sabían cómo reaccionar ante la amenaza de este depredador. El caso de Guam es especialmente dramático porque no hay una solución para ello. Los habitantes de la isla tienen que vivir con esta serpiente, lo que aparentemente no le causa la menor molestia al animal. Por ejemplo, se han descubierto trozos de envoltura de plástico usados para empaquetar hamburguesas crudas en los estómagos de las culebras. Está claro que, a falta de aves, la serpiente arbórea puede sobrevivir perfectamente con los contenidos de nuestras neveras.

Frachtschiff auf hoher See
Las especies invasoras son peligrosas cuando suponen una competencia para las especies nativas.Imagen: picture-alliance/All Canada Photos

Los resultados son ya comparables a la llegada de las ratas a Mauricio hace unos cuatrocientos años. Estas ratas llevaron al dodo, un ave no voladora de un metro de altura, a su extinción, porque el animal no tenía forma de defender sus nidos de estos versátiles depredadores. Y en Guam se repite la historia. La única forma de preservar lo que queda de la población de aves locales es proteger especies muy determinadas cuidadosamente. Un trabajo que no será posible sin la formación y cooperación de los habitantes de la isla.

En conclusión, la protección de especies no se lleva a cabo luchando contra especies invasoras en una batalla perdida de antemano, sino mediante una labor activa de formación, protección y preservación de la naturaleza.


Autor: Cord Riechelmann / lab
Editor: Pablo Kummetz