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Guatemala y Nicaragua: "debilitamiento de la democracia"

7 de noviembre de 2011

Con las pasadas elecciones, Guatemala y Nicaragua se acercan al mismo destino por caminos distintos: el debilitamiento de la democracia, advierte el investigador Otto Arqueta, en conversación con Deutsche Welle.

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El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega (arriba) y el de Guatemala, Otto Pérez Molina.Imagen: AP/DW

Con la elección del ex general retirado Otto Pérez Molina, Guatemala se decidió por una figura que ha prometido mano dura en la lucha contra la criminalidad. Pero la llegada de los militares a los ámbitos de seguridad pública provoca temores de un retroceso en materia de derechos humanos. El historiador y politólogo guatemalteco Otto Arqueta, del Instituto GIGA de Estudios Latinoamericanos, con sede en Hamburgo, sostiene que Guatemala y Nicaragua se acercan al mismo destino por distintos caminos: están debilitando la ya de por sí complicada institucionalización de la democracia.

En conversación con Deutsche Welle, el investigador sostiene que Guatemala ha elegido a un ex militar que es el producto de procesos políticos y sociales no concluidos aún en el país, como la justicia transicional, la memoria y la transparencia, lo que abre muchas dudas sobre el futuro de la democracia.

Según el politólogo guatemalteco, Nicaragua es en cambio, un país que logró alcanzar durante algunas décadas muchas ventajas sociales. Que pese a una prologanda crisis económica logró cierta estabilidad que no alcanzaron ni Guatemala o el Salvador. Pero lamentablemente, según Arqueta, con la reelección de Daniel Ortega se ha entrado en una etapa de debilitarmiento de la consolidación de la democracia.

Deutsche Welle: Guatemala eligió ayer por primera vez en 26 años a un militar. El general retirado Otto Pérez Molina asume el poder con la promesa de mano dura contra el crimen y la inseguridad. ¿Que es de esperar?

Otto Arqueta: La promesa de mano dura ha sido utilizada por distintos políticos en Guatemala en distintos momentos. El ex general Otto Pérez Molina utilizó desde el 2007 la idea de la mano dura y durante los últimos meses de su campaña moderó el contenido de esa idea, dadas las múltiples críticas que emergieron por parte de la sociedad civil y de algunas organizaciones internacionales. La mano dura en Guatemala adquiere un contenido sumamente autoritario dado el contexto del país y su historia y adquiere una asociación directa con los militares, que la venden en un contexto de disciplina, de soluciones rápidas. Uno puede esperar muchas cosas, lamentablemente, pero lo más importante es un desplazamiento de lo que con mucho esfuerzo se había logrado en materia de seguridad en el sector civil.

DW: Activistas como Rigoberta Menchú lo acusan de haber sido uno de los represores de comunidades mayas en Guatemala y organizaciones no gubernamentales lo acusan de violaciones a los derechos humanos durante la guerra civil en Guatemala, un conflicto que dejó un saldo de 200.000 víctimas. Pero al ex general le gusta presentarse como el general de la paz porque jugó un papel importante en la recta final de las negociaciones de paz...   

Otto Arqueta: Eso se produce en un contexto en donde los procesos de memoria histórica y de justicia de transición han sido sumamente débiles. Que permite presentar al Ejército como una institución eficiente por sus soluciones pragmáticas. En Guatemala no se tiene una idea clara del alcance de los crímenes de guerra cometidos durante el conflicto. Y por supuesto eso abre la puerta a que ellos tengan una posibilidad muy grande de rehacer su imagen en el contexto del post-conflicto y presentarse como una opción lógicamente apolítica, lo cual es claramente criticable.  En ese contexto las denuncias que se han hecho contra Pérez Molina son desde todo punto de vista justificadas. Hay abundante información documental y testimonial que demuestran su participación en violaciones a los derechos humanos durante el conflicto armado y que no han podido ser investigados como se debe.

Quizá el caso más grave es el que lo involucra con la tortura y desaparición del guerrillero Efraín Bamaca, sin embargo también existen denuncias por su participación en el asesinato del obispo Juan José Gerardi, ocurrido después de la firma de los acuerdos de paz. Otto Pérez Molina tiene una gran habilidad para manejar por un lado una cara institucional y por otro lado mantener su función como militar y político no institucional. Esa ambigüedad es muy propia del contexto guatemalteco en donde se puede vender con mucha facilidad una imagen de respeto a las instituciones y a los acuerdos de paz mientras a la vez se impulsan procesos no institucionales y contrainstitucionales por diferentes medios.

Flash-Galerie Kombobild Guatemala Präsident Otto Perez Molina und Nicaragua Präsident Daniel Ortega
Dos caminos que conducen al mismo objetivo: el debilitamiento de la democracia.Imagen: AP/DW

DW: ¿Cuál será el mayor desafío del presidente electo?

Otto Arqueta: El principal desafío será mantener un balance ante la atomización en el congreso (debido a la gran cantidad de formaciones). El congreso de Guatemala se fragmenta con mucha facilidad. Para alcanzar un balance de poder con el legislativo tendrá que tener muchas negociaciones con diferentes bancadas.

A nivel político lo que domina es el tema de la seguridad y de la criminalidad, un reclamo que proviene desde las organizaciones de la sociedad civil, pero también están ahí las denuncias de derechos humanos de organismos internacionales. Para un político el tema de la criminalidad es importante en el momento que genera votos, apoyos políticos, sin embargo por altos que sean los índices de criminalidad en ningún momento llega esto a constituirse en un riesgo para la política. Una vez superada la etapa electoral, veo muy pocas perspectivas en materia de reducción de la criminalidad que no sea un gran despliegue de publicidad respecto al combate de ésta.

Incluso habrá un mayor nivel de irrespeto a los derechos humanos. Los generales han defendido algunos niveles de institucionalidad, pero el pensamiento militar en Centroamérica es ir a resolver el problema por sus efectos no por sus causas. 

DW: En Nicaragua en cambio hubo una reelección. Daniel Ortega obtuvo según los últimos conteos un 66% de los votos, casi el doble del obtenido durante su elección en 2006. Se escuchan algunas voces que hablan de fraude, e incluso antes de la cita electoral se dudaba de la independencia del Tribunal Electoral.

Es muy importante hacer una diferencia entre la etapa previa a las elecciones, donde el gobierno de Daniel Ortega logró una maquinaria partidaria muy eficiente. Logró tener el control de las instituciones claves que le garantizaron el poder participar en un proceso electoral pese a tener una prohibición constitucional. Con lo cual podemos tener una idea de que el resultado del domingo es una etapa más de un proceso que comenzó mucho antes, lo cual es sumamente delicado. Debilitar las instituciones públicas, controlar el Consejo Supremo Electoral, controlar la Corte de Constitucionalidad y controlar la opinión pública de una forma muy eficiente para lograr bloquear a la oposición.

En cuanto a lo sucedido el día de ayer podemos observar con mucha rapidez que hay una serie de denuncias sumamente fuertes y legítimas de obstrucción a la observación nacional e internacional, y la composición de juntas electorales en donde los representantes eran únicamente los del frente sandinista y no de los otros partidos. Yo creo que podemos esperar en los próximos días una situación en donde se pueda plantear clara y sustentablemente un fraude electoral. Al menos desde la perspectiva de los observadores internacionales.

DW: ¿Cómo evalúa usted la gestión de Ortega?

Ortega ha logrado conservar de manera muy eficiente una serie de apoyos políticos que vienen de muy atrás, emanados de la organización social que se alcanzó durante el período de la revolución. A través de un partido que tiene una serie de mecanismos que lo conectan eficientemente con las bases y a través de las políticas sociales, gracias al apoyo financiero de Venezuela. En materia de política social el gobierno de Ortega ha sido positivo. El aspecto más negativo de su gobierno es el débil respeto a la institucional democrática. Es ahí donde el gobierno de Ortega tiene su mayor debilidad. Su relación con el Alba es muy positivo en cuanto a abrirse nuevos mercados, nuevos espacios de financiamiento. Sin embargo puede ser negativo en la medida en que no se han fortalecido los mecanismos institucionales para controlar y fiscalizar el uso de ese tipo de apoyos políticos y financieros.

Autora: Eva Usi

Editora: Rosa Muñoz Lima