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Triunfo de Uribe en un electorado menguante

Gemma Casadevall 26 de mayo de 2014

Comienza en Colombia el juego de las alianzas posibles para la segunda ronda de las elecciones presidenciales, el 15 de junio, con el esquema de una derecha-ultraderecha frente a una derecha-light.

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Imagen: Diana Sanchez/AFP/Getty Images

Álvaro Uribe o el uribismo siempre ganan las elecciones presidenciales, se suele decir en Colombia. Así fue desde que el representante del derechismo ahora más radical se alzó con la presidencia, en 2002, con mayoría absoluta en la primera vuelta; luego logró la reelección, en 2006, y también en 2010, cuando ya no podía optar a un nuevo mandato y envió en su lugar a Juan Manuel Santos. La ruptura del vigente presidente con Uribe, desde el inicio de su legislatura, no ha cambiado esa tendencia.

Santos ya no es uribista, sino más bien en enemigo declarado del expresidente –que lo califica de “castrochavista”, por haber buscado la armonía vecinal con Venezuela-. Y, por tanto, de acuerdo a la lógica inicial, en lugar de imponerse Santos en la primera vuelta electoral lo hizo Oscar Iván Zuluaga, el sucesor “designado” por Uribe. Fuera de Colombia tal vez no se entienda que un presidente identificado con la pujanza económica y la búsqueda del fin a un conflicto armado de medio siglo de vida pueda no ser adorado por el pueblo. El propio Santos sabía que no lo iba a tener fácil, cuando asumió la carrera por la reelección con la consigna del “hicimos mucho, queda mucho por hacer”.

La “mano de Urbibe”

Zuluaga se impuso por aproximadamente medio millón de votos al presidente, en unos comicios en que Santos insiste que el país se juega el sí o el no a la guerra. Es decir, el proceso de paz impulsado por él mismo con las FARC, en noviembre de 2012, lo que Uribe considera el non plus ultra del castrochavismo, ya que además las negociaciones se desarrollan en Cuba, con Venezuela entre los países facilitadores.

Ivan Zuluaga Kolumbien
Zuluaga, la nueva cara del uribismo.Imagen: picture-alliance/AP Photo

Colombia no va a dejarse comandar desde La Habana, amenazaba Zuluaga, en su discurso a ritmo de vallenato, en la noche electoral. El aspirante que jura no recibe consignas de Uribe se presentó ante su militancia eufórica leyendo un texto triunfalista que parecía escrito por la mano de su padrino, aunque con algún toque conciliador, para no dar por derribado el proceso de paz.

El lunes arrancó el juego de las alianzas posibles para la segunda ronda, el 15 de junio, con el esquema clásico de derecha-ultraderecha frente a derecha-light. Es decir, el 29,2 % del Centro Democrático de Zuluaga, sumado al 15,5 % del Partido Conservador de Martha Lucía Ramírez, por un lado. Y el 25,6 % de Unidad Nacional de Santos, más el 15,2 %% del Polo Democrático de Clara López y el 8,2 % de la Alianza Verde de Enrique Peñalosa, por el otro.

Las alianzas virtuales están aún por tejerse pero, cabe recordar, el ganador de la segunda vuelta no surge de la suma de porcentajes de la primera. Hay que lograr que el elector acuda a las urnas y deposite su voto, independientemente de lo que los líderes hayan trazado entre ellos.

Baja participación

Colombia marcó en esta ronda presidencial un récord a la baja en cuanto a participación, un 60 %. Es decir, apenas 12 millones de los cerca de 33 millones de colombianos con derecho a voto lo ejercieron.

Quienes recorrimos, en la jornada del domingo, los centros de votación del centro y zona sur de Bogotá o su periferia nos encontramos con prácticamente el mismo panorama: filas de cabinas de votación vacías. Fuera en multicentros instalados en estacionamientos de los shoping-center o los llamados puntos calientes, polvorines donde conviven pandilleros, paramilitares y elementos de la guerrilla.

Abstención endémica, suelen decir los colombianos. A diferencia de la tendencia dominante en América Latina, donde el voto es obligatorio, en Colombia es voluntario. Eso no lo explica todo. Venezuela es otro caso de país cuya Constitución considera el voto como un derecho, no un deber, y ahí se alcanzan porcentajes de participación del 80 %, lo que se ha atribuido a la polarización política del país.

La próxima ronda colombiana no va a ser precisamente de polarización. Será derecha contra más derecha. La ronda del 15 de junio es de final abierto. Santos tiene cuesta arriba la reelección, inclusive si logra atraerse al electorado que queda huérfano por parte de la izquierdista López o la Alianza Verde. No solo debe convencer a esos líderes, sino hacer que el colombiano no deje vacías las urnas.