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Schulhoff, chispeante dadaísmo musical

María Santacecilia18 de agosto de 2012

Su labor musical contribuyó a la efervescencia del panorama artístico germano de los años 20. Tras ser detenido por los nazis, Erwin Schulhoff murió en un campo de concentración bávaro el 18 de agosto de 1942.

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Auf Partituren von Erwin Schulhoff sind am Sonntag (18.12.2011) im Schweriner Konservatorium die Stempel des Ghettos Theresienstadt zu sehen. In Schwerin wurde in den letzten Jahren eine umfangreiche Partiturensammlung von verfemten Komponisten zusammengetragen. Foto: Jens Büttner dpa/lmv
Partituren Komponist Erwin Schulhoff QUERImagen: picture-alliance/dpa

Son estas figuras intensas, curiosas e inquietas las que dan sabor a una época. A pesar de la crisis y del progresivo poder de los nazis, los años 20 fueron artísticamente brillantes para Alemania. El quehacer del compositor y pianista Erwin Schulhoff, checoslovaco de ascendencia alemana, brilló con luz propia en el efervescente panorama artístico germano del momento.

Su origen judío le llevó a abandonar Alemania tras unos años de intensa actividad artística junto a otras figuras de vanguardia. Tras servir en el ejército austríaco durante la Primera Guerra Mundial, Schulhoff se asentó en Dresde, donde fundó el Taller del Tiempo. Entre sus miembros se encontraban el pintor Otto Dix y el poeta Theodor Däubler. Allí organizó conciertos con las obras radicales de Schönberg, Webern, Berg y otros compositores adscritos a la llamada Segunda Escuela de Viena.

Por aquel entonces entró en contacto con los dadaístas berlineses, sobre todo con el pintor Georg Grosz, que coleccionaba grabaciones de jazz procedentes de EE. UU. A Schulhoff le entusiasmaron los sonidos del otro lado del Atlántico. Su actividad creativa osciló entonces entre las composiciones al estilo de la hermética vanguardia vienesa y las piezas dadaístas impregnadas de los sincopados ritmos de jazz. Pronto se decantó por los chispeantes foxtrots y ragtimes para atacar con ironía y sentido del humor a la burguesía y a todo lo establecido, incluyendo a sus antiguos ídolos de la Segunda Escuela de Viena.

Schulhoff y el dadaísmo

¿Cómo entender si no obras como In futurum? Escrita en compases absurdos, se compone tan solo de pausas y la indicación de que deber ser tocada “tutto il canzone con espressione e sentimento ad libitum, sempre, sin al fine!” Se trata de todo un ataque a las sagradas convenciones de la música de concierto tal y como se entendía hasta el momento.

Schulhoff fue amigo del pinto George Grosz, a quien dedicó una obra
Schulhoff fue amigo del pintor George Grosz, a quien dedicó una obraImagen: picture-alliance/dpa

No se queda atrás en provocación la Sinfonía Germánica en tres movimientos, una serie de exabruptos vocales acompañados por instrumentos desafinados que a duras penas logran entonar el himno nacional alemán. En la misma línea se inscribe la Sonata erótica, una breve pieza para soprano en la que la solista emite gemidos coitales. Aunque fuera de la estética dadaísta, la parte orquestal del Concierto nº 2 para piano incluye sirenas de barcos, bocinas y otros artefactos propios de los experimentos de los dadaístas germanos.


Vuelta a Praga

De regreso a su ciudad natal, Schulhoff fue encontrando una voz creativa propia configurada por sus experiencias musicales anteriores. Allí estrenó su ballet Olegala, de temática amerindia, que cuenta con una música rítmica y expresiva, cercana al primitivismo, que escandalizó a la sociedad checoslovaca de la época. En Praga inicia su ciclo de seis sinfonías y compone su música de cámara de madurez.

Cercanos ya los años 30, Schulhoff se fue convirtiendo en comunista convencido. Su estilo musical se vuelve más simple y cercano al pueblo, siguiendo las directrices del realismo socialista de que el arte debe dirigirse a todos y no a una élite. Su Tercera Sinfonía trata de llevar estos postulados hasta sus últimas consecuencias.

Tras ser arrestado por los nazis cuando trataba de huir de Checoslovaquia, compone su sexta y última sinfonía, subtitulada “de la Libertad”, en el campo de concentración de Wülzburg, Baviera. Allí falleció de tuberculosis en agosto de 1942.

Autora: María Santacecilia
Editor: Cristina Papaleo