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Niños y ancianos, unidos en un proyecto social

Enrique López Magallón26 de septiembre de 2012

En Hamburgo, un proyecto que une a los más pequeños con personas de la tercera edad demuestra que un intercambio generacional no solo enriquece a la sociedad, sino que es una alternativa en tiempos de crisis.

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Imagen: picture-alliance/Frank May

Por lo general, los más chicos van al jardín de infantes, y los mayores al hogar de ancianos, pero eso no siempre debe ser así, como lo demuestra un proyecto de Hamburgo, ya que los niños son un motivo de alegría y rejuvenecimiento para los ancianos, y, al mismo tiempo, se benefician del cariño y el tiempo que les dedican los abuelos.

En el hogar para ancianos “Hanna Reemstsma”, la diferencia de edad entre los niños y ellos no es un problema, dice Ute Schwarber, la directora del grupo de niños, mientras sostiene a un pequeño sobre su falda. Hace dos años que se mudó con su grupo de “Gorriones” a esa institución para la tercera edad, en el oeste de Hamburgo.

Marianne Tiffert y Konstantin se divierten juntos.
Marianne Tiffert y Konstantin se divierten juntos.Imagen: K. Erdmann

El vínculo de las generaciones

El lugar ofrece un gran espacio para los chicos que está conectado al hogar para ancianos por un pasillo de paredes de cristal, para que los mayores puedan ver qué sucede allí y unirse a los niños los dos días por semana en los que realizan actividades conjuntas, como cantar, hacer música o celebrar cumpleaños.

Entretanto, los “Gorriones” son parte indisoluble de la residencia para la tercera edad. Durante esos dos días, los pequeños juegan y corren por la plaza junto al edificio. Marianne Tiffert tiene 87 años y es una anciana saludable y lúcida. Junto a ella está sentado Konstantin, de cinco años, que la mira y le pregunta: “¿cómo hacías antes para trepar a los árboles?” Una pregunta que despierta recuerdos en Marianne y que la impulsa a dar ánimo a Konstantin a emprender esa aventura. Una de las maestras del grupo, Andrea Hähne, se ocupa de recitar la letra de una canción con los niños y las cinco mujeres, hasta que suena la música por los altoparlantes y todos se ponen a cantar animadamente.

Claro que no todos los ancianos pueden acoplarse a la actividad de los más chicos. Algunos están en sillas de ruedas y otros no tienen ya la energía, ni mental ni física, para seguirles el tren a los niños. Pero para una gran cantidad de personas mayores, las vivencias con los niños son una increíble fuente de energía y una gran motivación para superar las dificultades que presenta la edad. Margarete Bendix es una de ellas. “Siempre tuve niños a mi alrededor”, dice con un brillo en los ojos, y cuenta sobre su pasado como maestra, y sobre su familia. Algunos chicos la escuchan con atención, mientras otros juegan y saltan a su alrededor.

Cada uno participa como puede.
Cada uno participa como puede.Imagen: K. Erdmann

Calidad de vida y alegría para todos

Marianne Tiffert canta y sonríe: “Los niños traen vida a esta casa; ¡son tan espontáneos!”, dice, y añade que le gusta pasear por la plaza para verlos jugar. Susanne Maus, de 96 años, otra de las habitantes del hogar, se alegra de tenerlos cerca, ya que sus nietos viven en el exterior. “Los chicos nos recuerdan la faceta más despreocupada y libre de la vida. No hay nada más lindo que eso”, asegura.

Y los pequeños también salen ganando con este intercambio, ya que algunos, como los hijos de una de las madres del grupo, Isabelle, no tienen abuelos que les lean cuentos o jueguen con ellos. “Pero gracias esta nueva idea, los chicos ahora disfrutan de abuelos postizos”, se alegra. Ya sea cantando antiguas canciones tradicionales, leyendo historias en voz alta o simplemente acompañándolos, los ancianos demuestran a los niños que es posible establecer una comunicación fructífera entre ambas generaciones, en la que unos aprenden y disfrutan de la atención de los otros.

Según el director del hogar para ancianos, el proyecto surgió de un encuentro fortuito, ya que Ute Schwarber buscaba con urgencia un espacio para los 12 niños de su grupo, y el director del “Hanna Reemtsma”, Christoph Niemetz, se mostró desde un principio entusiasmado con la idea: “No se trata solo de jugar y cantar, sino de mucho más”, dice Niemetz, “el grupo de niños ya es parte del hogar de ancianos desde hace dos años”.

Autora: Kathrin Erdmann/ CP

Editor: Enrique López