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EE. UU. se interesa por todo y asusta así a sus amigos

Volker Wagener (PK)10 de julio de 2014

El celular de la canciller, los espías en el Servicio Secreto y el ministerio de Defensa: EE. UU. se interesa por todo y asusta así a sus amigos. Eso es malo, pero no se puede cambiar, opina Volker Wagener.

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Symbolbild Spionage Schlüsselloch Auge
Imagen: picture-alliance/dpa

Alemania y Estados: una relación especial. Los estadounidenses fueron los ganadores de la II Guerra, pero vinieron con la mano extendida: chocolate para los niños, medias de nylon para las damas y democracia para todos. Los dineros del Plan Marshall dieron los impulsos decisivos al “milagro económico” alemán. Más tarde, EE. UU. protegió las fronteras alemanas ante la amenaza del Bloque Oriental. Lo dicho: una relación especial, pero no normal.

El revuelo en relación con los espías estadounidenses tiene que ver también con esa historia previa. Quien tanto bueno ha recibido de Washington reacciona airado cuando los bienhechores se transforman en victimarios. De rusos y chinos, Alemania no hubiera esperado otra cosa. Pero estos no pertenecen a la familia política occidental. A los alemanes les sorprendería que Rusia y China no se interesaran por lo que pasa y se planea en el país, política y económicamente. En el caso del “amigo americano” es otra cosa.

Alemania presupone que coopere y pregunte. Pero este no lo hace. Estados Unidos no diferencia entre amigos y enemigos. Lo quiere saber todo. En Alemania busca la información de la misma forma que en La Habana y Pionyang. Los espías están omnipresentes. Solo que Alemania no los buscó, porque no contaba con ellos. Santa inocencia la de los alemanes.

Devastaciones políticas

Los Estados, más que amigos y enemigos, tienen intereses. Y esos intereses son perseguidos con todos los medios. Incluidos violaciones del derecho y terremotos políticos. Lo último ha sucedido ahora. Alemania descubrió la existencia de dos personas que espiaban para Estados Unidos: una en el Servicio Secreto alemán y otra en el ministerio de Defensa. Eso es desvergonzado y tonto. Washington podría satisfacer de otra forma su sed de información. Por ejemplo, preguntando. Quizás tampoco a un amigo se le diga todo, pero es poco imaginable que Alemania no ponga todas las cartas sobre la mesa, por ejemplo en la lucha contra el terrorismo.

Por otro lado, el espionaje de Estados Unidos justamente en Alemania ha perdido toda medida y tiene ya un carácter paranoico, justamente en tiempos de dramáticos desafíos en otros lados. Rusia extiende su mano hacia partes de Ucrania, el Próximo Oriente arde, por nombrar solo dos “hot spots”. EE. UU. practica una política de poder como si no existiera un mañana. Olvida, sin embargo, que hace tiempo que no es la única protagonista en el mundo. Eso agranda el abismo entre ser y parecer. Sería tarea del Gobierno alemán advertirle de no practicar una política demasiado híbrida.

El 11.9. y la psiquis

Sin duda, muchas exageraciones en las prácticas de espionaje estadounidenses tienen su origen en los atentados terroristas de septiembre de 2001. Y estos fueron planeados en parte en Hamburgo. Una cierta desconfianza en relación con Alemania es desde entonces un componente central de la psiquis norteamericana, también de la colectiva. Eso no justifica, no obstante, las actividades que hacen que la canciller y el ciudadano de a pie pierdan la paciencia.

Espiar a la comisión parlamentaria que investiga las actividades de la NSA en Alemania es simplemente necio. A toda la información importante puede accederse de forma mucho más sencilla, por ejemplo a través de miembros de la comisión y periodistas. Estados Unidos debería finalizar de inmediato las actividades de espionaje en Alemania. Alemania no puede contestar al mismo nivel. Para eso le faltan los instrumentos de poder necesarios. Pero ya a mediano plazo amenaza el surgimiento de un serio antiamericanismo. Y eso en un país que tanto tiene que agradecerle a Estados Unidos.

Deutsche Welle Zentralredaktion Volker Wagener
Volker WagenerImagen: DW