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“En Turquía no había campos de concentración”

12 de febrero de 2013

Durante el Tercer Reich, Turquía ofreció refugio sobre todo a intelectuales perseguidos. ¿Qué ha sido de ellos? ¿Y cómo les iba a los judíos que ya vivían antes aquí? Echemos la vista atrás.

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Imagen: Izzet Keribar

Izzet Keribar mira a través de la ventana. “Los domingos izaban la bandera con la esvástica ahí en el consulado alemán. Podía verlo desde mi cama. Era como en esas películas alemanas con la Gestapo y los cuarteles generales”. Keribar acaba de entrar por primera vez desde hace décadas en la casa en la que nació en 1936. Estamos en el corazón de Estambul, muy cerca de la Plaza Taksim. Keribar es hoy un fotógrafo con proyección internacional y, entre otros lugares, también ha expuesto su trabajo en Alemania.

El “edificio alemán” aún sigue en pie frente a la casa en la que Keribar pasó los primeros veinte años de su vida. Hoy es el consulado general de la República Federal de Alemania. “En aquel entonces, la embajada no nos molestaba”, dice. “No sabíamos lo que estaba ocurriendo en el gueto de Varsovia, así como tampoco en los campos de concentración de Dachau, Majdanek y Auschwitz. Cuando tenía once o doce años, nos fuimos enterando poco a poco de lo que realmente había pasado durante la guerra”. Keribar añade a continuación una frase significativa: “No quiero ni pensar en lo que habría sucedido si nosotros, como judíos, hubiésemos vivido en Europa”.

Jüdische Geschichte in der Türkei
El consulado alemán en Estambul: Izzet Keribar veía el edificio desde su dormitorio durante el período nacionalsocialista.Imagen: Izzet Keribar

Refugio en Turquía

Turquía era ciertamente un lugar bastante seguro durante el período nacionalsocialista. Y no solo lo era para aquellos que, como la familia de Keribar, vivían allí desde hacía generaciones. En el país también encontraron refugio muchos emigrantes de la zona germanoparlante, sobre todo intelectuales y científicos. En su condición de especialistas, estaban muy solicitados en la joven República de Turquía, que, fundada en 1923, buscaba urgentemente personal cualificado para la construcción del estado y la fundación de universidades siguiendo el modelo occidental.

De este modo, durante el período nacionalsocialista, 69 judíos de Alemania y Austria ocuparon puestos de alto rango en Turquía, como profesores o asesores de organismos estatales. Otros trabajaron como investigadores o asistentes. Se calcula que entre 500 y 600 judíos fueron admitidos legalmente en Turquía junto con sus familiares. Entre ellos había importantes personalidades, como el jurista Ernst Eduard Hirsch, que contribuyó decisivamente a diseñar el sistema jurídico turco, el experto en asuntos financieros Fritz Neumark, así como los profesores de literatura Erich Auerbach y Leo Spitzer. En este contexto, se creó temporalmente en Estambul una universidad alemana de alto nivel con clases revolucionarias, incluso sobre el tema de la sexualidad.

Mustafa Kemal Atatürk
El líder Atatürk valoraba el papel de los emigrantes en la construcción de la república.Imagen: AP

“Podrían haber sido budistas zen”

El significado histórico de la acogida en Turquía de los intelectuales judíos perseguidos es un asunto bastante controvertido. “He estudiado mucho esta cuestión”, dice Robert Schild, nacido en Estambul en 1950 en el seno de una familia austríaca judía que vive en Turquía desde hace tres generaciones. “Toda esta discusión en torno a los intelectuales alemanes es un fenómeno de moda. Hace veinte años apenas se sabía nada de este asunto”. Este doctor en economía, crítico de teatro, autor y columnista del periódico Şalom desde hace años, ha mantenido siempre una visión crítica de la historia. “En aquel entonces, Turquía acogió naturalmente a refugiados judíos, pero podrían haber sido budistas zen”, explica Schild. “Los turcos no lo hicieron por mera simpatía hacia los judíos”.

Istanbul Jüdische Gemeinde
Robert Schild, un crítico observador.Imagen: DW

En efecto, además de a intelectuales judíos, Turquía también acogió a otros eruditos perseguidos por Hitler. Entre ellos había figuras célebres como el socialdemócrata Ernst Reuter, el arquitecto Bruno Taut o el compositor Paul Hindemith. Por otro lado, Turquía dio trabajo igualmente a especialistas y académicos alemanes afines al régimen nacionalsocialista y, en verdad, en mayor número que a emigrantes perseguidos. No obstante, también es verdad que muchos políticos turcos ayudaron a familiares detenidos de profesores en el exilio, logrando su liberación de los campos de concentración.

Komponist und Dirigent Paul Hindemith
Paul Hindemith emigró a Turquía.Imagen: picture-alliance/Robert Lebeck

Nazis en Estambul

Estas contradicciones reflejan las caóticas circunstancias políticas de aquel entonces. Durante la Segunda Guerra Mundial, Turquía se declaró oficialmente neutral. No obstante, el país mantenía estrechos vínculos históricos con Alemania tanto a nivel económico como militar. En 1933 se estableció incluso un grupo local del Partido Nazi en Estambul. Dicha organización era tolerada por el régimen turco, a pesar de que estaban prohibidas todas las actividades políticas fuera del CHP, el partido de Atatürk, el fundador de la moderna República de Turquía.

Izzet Keribar recuerda además las tendencias antisemitas en el día a día: “Estos prejuicios venían de Alemania. Cuando la gente quería hacer reír a alguien, contaba chistes sobre judíos, a quienes se consideraba malas personas, míseros comerciantes o ladrones. Terminamos acostumbrándonos”.

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El fotógrafo Izzet Keribar.Imagen: Izzet Keribar

¿Armonía y luz?

A pesar de todo, la acogida de los judíos en Turquía suele idealizarse, tanto por parte de los judíos como por parte de los turcos. Y es que Turquía fue ya hace tiempo un importante lugar de refugio. En 1492, los Reyes Católicos expulsaron a todos los judíos de España. Muchos de ellos emigraron al Imperio otomano, donde el sultán Beyazid II les dio la bienvenida. Este acontecimiento histórico alimenta hasta nuestros días el mito de la legendaria tolerancia hacia los judíos. “Para los judíos que vivieron en el Imperio otomano y en la República de Turquía, fueron tiempos de armonía y de luz”, subraya Naim Güleryüz, curador del Museo Judío de Estambul y creador de la “Fundación 500 Años”, nacida expresamente para honrar aquella fecha histórica.

No obstante, tal como demuestran algunos hechos, no es oro todo lo que reluce. Esto queda patente en el drástico impuesto especial que afectó sobre todo a los no musulmanes y que mermó las posesiones de numerosas familias judías entre 1942 y 1944. Por citar otro ejemplo, los profesores exiliados en Turquía, incluso los más prestigiosos, corrían el peligro de perder su permiso de trabajo si les privaban de la ciudadanía alemana.

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Representantes de los judíos turcos en torno a 1910. El cartel expresa agradecimiento: “¡Viva el Imperio otomano! ¡Viva el pueblo otomano!”Imagen: Izzet Keribar

Apenas dejaron huella

Independientemente de sus contribuciones a la vida intelectual de la joven república, lo cierto es que los inmigrantes eruditos apenas dejaron huella en la comunidad judía de Estambul. Apenas había contacto. “Durante la época de mi infancia, en realidad no se sabía nada de ellos”, cuenta Robert Schild. No obstante, había alguna que otra excepción: “Mi padre se dedicaba a los negocios y tenía su oficina cerca de la universidad. En aquel tiempo me contó que, de vez en cuando, iba a escuchar conferencias de estos profesores”. Tras la caída del régimen nazi, la mayoría de ellos volvieron a su país.

Ciudadanos normales

Actualmente, la comunidad judía está formada principalmente por sefardíes, descendientes de los judíos españoles que huyeron al Imperio otomano. En Estambul también viven aún algunos asquenazíes, judíos procedentes de la zona germanohablante y de Europa del Este. Sin embargo, la comunidad, compuesta actualmente por unas 20.000 personas, se vuelve cada vez más pequeña. Como contrapartida, la cohesión del grupo es muy grande. “Debido a la religión y la tradición, un judío turco piensa diferente a un musulmán turco”, afirma Robert Schild. A pesar de todo, “nosotros nos sentimos como estambulitas o ciudadanos turcos normales”, aclara.

“Amamos el país”

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Entierro tras el atentado contra la sinagoga Neve Shalom en 2003.Imagen: Izzet Keribar

El sentimiento hacia esta tierra sigue intacto a pesar de los devastadores atentados que sufrieron sinagogas de Estambul en 1986 y 2003. Todos aquí tienen claro que fueron perpetrados por palestinos o adeptos de Al Qaeda, no por vecinos musulmanes. Los ataques produjeron una verdadera conmoción. Hoy día, las sinagogas están protegidas por fuertes medidas de seguridad. “Hay que vivir con ello y esperar que no te toque a ti”, dice Izzet Keribar.

Keribar echa la vista atrás y reflexiona sobre sus 76 años de vida en Estambul: “Puedo asegurarte que he tenido una vida estupenda, aunque a veces hemos sentido que no teníamos las mismas raíces que la mayoría de la gente aquí. En Turquía no había campos de concentración. Amamos el país y estamos muy contentos de estar aquí”. Como fotógrafo activo internacionalmente, Keribar habría podido establecerse en cualquier otro lugar, pero ni siquiera ha pensado en ello: “He nacido aquí, he pasado aquí mi vida y aquí pasaré mis últimos días”.

Autora: Aya Bach
Editora: Claudia Herrera