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El placer de comer con extraños

Elisabeth Jahn/ Cristina Papaleo21 de junio de 2012

En Europa están de moda las cenas privadas organizadas por cocineros amateurs y promocionadas por internet. Allí, gente desconocida se reúne para deleitarse con los más exclusivos menús. Aquí, un informe de primera mano.

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Imagen: DW


Poco antes de las nueve de la noche estaciono mi bicicleta en la dirección pactada, que recibí por correo electrónico junto con el menú que me espera. Se escuchan voces, pero no se puede ver nada a través de las cortinas de la ventana. Por un momento, las dudas me carcomen: ¿Qué pasa si la oferta es un engaño, o si los invitados no me caen bien? Toco el timbre y a la izquierda de la entrada principal se abre una puerta lateral. “Come in!”, grita Marco, saludándome con una sonrisa e invitándome a entrar.

Una mesa con sorpresas

El lugar es más grande de lo que creía. Se trata de un taller artístico con pasillos revestidos en madera y paredes blancas de las que cuelgan instalaciones hechas de cartulina. En la esquina trasera del salón hay una gran mesa a la que ya están sentados trece comensales que conversan animadamente. Si no supiera que esto es una cena entre extraños, creería que se trata de un grupo de amigos que se encontraron para pasar un rato agradable. Sus miradas me hacen notar lo que soy: una extraña en una fiesta en la que no conozco a nadie.

Nos citamos por Internet para disfrutar de un menú de cinco platos en la casa de la pareja de artistas Chiara Zanella Ferro y Marco Thiella. Bajo el nombre de “Metta una sera a cena” -emulando el título de una conocida película italiana- la pareja organiza desde hace dos años cenas de alto nivel. “Al principio solo teníamos dos invitados”, dice Chiara, “por lo cual teníamos que pedir a nuestros amigos que vinieran para que el lugar no pareciera tan vacío”. Claro que este tipo de lujos culinarios solo puede dárselo aquel que cuenta con un mínimo de 40 euros, un ingreso por persona nada despreciable que invita a quien tiene lugar y talento de gourmet a probar esta nueva variante de la economía sumergida en una Europa en crisis.

Minimalista pero acogedor: el estilo de Chiara y Marco.
Minimalista pero acogedor: el estilo de Chiara y Marco.Imagen: DW

Un delicioso encuentro de gente abierta

Pero eso hace mucho que ha cambiado, más exactamente desde que en Berlín se pusieron de moda los “supper clubs” (clubes de cena). “Los invitados vienen casi siempre de Berlín, pero a veces también son turistas de Londres o Nueva York que están de visita por un fin de semana”, explica Marco. Una buena idea, ya que en ningún otro lugar se puede conocer gente tan abierta y dispuesta a dar sugerencias para conocer la ciudad como en esta especie de restaurantes particulares. “Podemos tutearnos”, dice Markus, mi vecino de mesa, un hombre de unos 45 años que trabaja para una fundación política independiente. Es la segunda vez que él y su mujer asisten a las cenas privadas de Chiara y Marco. “Aquí se come muy bien”, dice.

Mientras conversamos, nos sirven un plato delicioso tras otro. La entrada es una ensalada de frutos de mar, apio e hinojo. Le sigue la pasta: unos orecchiette con tomates frescos, queso de cabra y piñones. Como segundo plato, se nos ofrece pescado: bacalao fresco con un gratén de almendras, crema de aguacate y unos chips de chalote o cebolla colorada, todo esto regado por dos tipos de vino blanco y aderezado con música de Nina Simone y Hildegard Knef. Noto como, poco a poco, mis músculos se distienden. Como si estuviera en una verdadera cena entre amigos.



Helado casero de cebollas y aceite de oliva

Eficiencia con el mínimo lugar: dos hornallas y un horno.
Eficiencia con el mínimo lugar: dos hornallas y un horno.Imagen: DW

Lo que más me impresionó fue el entremés: un helado casero de cebollas y aceite de oliva con sardinas fritas. Lo que a primera vista parece una combinación imposible me sorprende con un sabor agradable y bien logrado. Mientras caigo presa del encanto de esta velada, Chiara y Marcos siguen trabajando duro en la cocina. Tienen un cuidado especial con los detalles más insignificantes. “A mí lo que me importa es la textura”, dice Chiara, “pero también la impresión exterior. Pienso que cada plato debe ser un placer para el comensal”. Se nota que ella y su pareja son artistas. No hay ningún ingrediente que aterrice en un plato sin ser parte de un diseño y una composición bien pensada. El postre, por ejemplo, una panacotta de mango con pastel de chocolate, tiene la apariencia de una estrella fugaz dispersa sobre el blanco de la cerámica. Toda una fiesta del buen gusto.



La importancia de la sobremesa

Chiara y Marco se unen a los invitados durante la sobremesa.
Chiara y Marco se unen a los invitados durante la sobremesa.Imagen: DW

Cuando sirven el espresso, los cocineros amateurs se sientan con sus invitados a la mesa. Se les nota como lentamente van deshaciéndose del estrés, pero solo una vez que comprueban que sus comensales se sienten a gusto y están satisfechos en todo sentido. Chiara y Marco ganan algo de dinero con las cenas privadas, pero lo que les queda no es demasiado, dice Chiara: “Lo principal es que nos divertimos y conocemos gente”.

Cuando me solicitan hacer una "donación voluntaria" por la velada, no dudo en agregar una propina a los 45 euros que me recomendaron. Ya son las dos de la mañana cuando parto para mi casa. La despedida es tan cordial como lo fue el encuentro, y me voy con un sentimiento de gratitud por haber sido parte de una reunión privada tan acogedora y con gente que no solo deleitó mis sentidos, sino también mi corazón.

Autora: Elisabeth Jahn/ Cristina Papaleo
Editora: Rosa Muñoz Lima