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¿Por qué Pegida tiene tantos seguidores?

Daniel Heinrich (JAG/RML)15 de diciembre de 2014

“Patriotas europeos” se manifiestan contra la islamización de Occidente provocando una agitación infundada, opina Daniel Heinrich.

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Manifestación de Pegida en Dresde.
Manifestación de Pegida en Dresde.Imagen: Reuters/H. Hanschke

“Pegida”, (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente) no es más que una etiqueta. Ni más, ni menos. Es una etiqueta que identifica a un movimiento más amplio que Pegida, HoGeSa (Hooligans contra Salafistas), a la joven formación de derecha AfD (Alternativa para Alemania) o a un congreso de la Unión Socialcristiana CSU en la baja Baviera, donde el Occidente cristiano se lamenta.

Actualmente, muchos tienen miedo del “Islam” en Alemania. Es una sensación difusa y poco concreta de incomodidad que se alimenta de una mezcla de temas y sucesos: del 11 de septiembre y del miedo al terrorismo islámico, de los debates sobre el velo y las burkas, de los radicales del Estado Islámico (EI), de la presencia de musulmanes en Alemania y de los yihadistas que se van a luchar a Siria o Irak, de la llegada de refugiados desde regiones dominadas por el EI o de la continua discusión sobre si la Turquía musulmana debería entrar o no en la UE.

"Ser musulmán es ser musulmán"

Daniel Heinrich, colaborador de DW.
Daniel Heinrich, colaborador de DW.Imagen: DW/M. Müller

Este tema sobrepasa a mucha gente y es comprensible. Al contrario que los eminentes académicos que opinan en política y medios, la mayoría no tiene una imagen diferenciada de las distintas corrientes existentes dentro del Islam. Para ellos, ser musulmán significa "ser musulmán". Además, la prensa contribuye a acentuar esa sensación de intranquilidad. Por ejemplo, con los secuestros de Sídney. Antes de saber detalles concretos, las noticias se precipitan alimentando clichés: Yihad, Guerra Santa, islamistas… rápidamente se dicen las palabras clave. Cada vez más y sin diferenciar.

Con una regularidad admirable, todo se mezcla con las últimas declaraciones del presidente Recep Tayyip Erdogan, que aconseja a los turcos residentes en Alemania que no sean demasiado “alemanes”. Por si fuera poco, desde Wuppertal llegan noticias de jóvenes que marchan por el centro disfrazados de “Policías de la Sharia” y se manifiestan abiertamente a favor de una “vestimenta adecuada con el Islam”. ¿Qué podría pensar el alemán promedio aparte de que el “Islam es malo”? Siendo sinceros, nos parece extraño ver a mujeres con burkini en las playas de Berlín o a gente con caftán y barba orando por Alá en la estación de Colonia.

En Alemania, el problema es que no hay un debate público destacable sobre estos temas que preocupan a muchos. Por lo tanto, el ciudadano preocupado tampoco se siente apoyado. En lugar de eso, la política acribilla con juicios previos. Por ejemplo, con declaraciones como la del socialdemócrata Heiko Maas. El ministro de Justicia calificó la protesta de Dresde como una “Vergüenza para Alemania”. Una señal fatídica que muestra la poca comprensión real que existe hacia esta problemática.

Pancarta contra la Sharia en Dresde.
Pancarta contra la Sharia en Dresde.Imagen: Reuters/H. Hanschke

Según una encuesta actual, dentro del partido de Maas hay un gran apoyo a las ideas de Pegida. El 46% de los votantes del SPD coinciden con sus exigencias. Algo que da que pensar, puesto que el SPD no es un partido conocido por ganar votos homenajeando la cristiandad occidental. Es más, si alguien ubicara a los socialdemócratas a la derecha del centro, esto podría ser considerado por la mayoría de sus miembros como una ofensa.

Preocupaciones y miedos que ya existen

En las manifestaciones de Dresde seguramente también participan radicales de extrema derecha. Pero los movimientos como Pegida arrastran a personas de cualquier índole política y capa social. Todos participan de este fenómeno de masas. No como miembros de una masa con uniforme marrón neonazi que marcha por Alemania siguiendo una coreografía perfecta, sino como algo que saca a la luz una discusión sobre las preocupaciones y miedos de un número nada despreciable de alemanes.

Compartidas mil veces en privado en el bar o en las noches de barbacoa, estas preocupaciones son ahora visibles para todos. Cada vez más ciudadanos descubren que no están solos con sus pensamientos. Negar estas preocupaciones o insultar y difamar a los manifestantes no hará cambiar de opinión a nadie. Únicamente serviría para mostrar lo alejada que está la política del ciudadano y haría caer a muchos en la trampa del extremo marrón.