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El año del mordaz “califato”

José Ospina Valencia / Agencias (ERC)26 de diciembre de 2014

El año que termina ha sido testigo del ascenso de un grupo yihadista que ha sembrado el terror en buena parte del Oriente Medio y atizado la preocupación en Occidente: el autoproclamado Estado Islámico (EI).

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Batalla por Kobani, en noviembre de 2014.
Batalla por Kobani, en noviembre de 2014.Imagen: picture-alliance/AP/Vadim Ghirda

Estado Islámico (EI) fue rebautizado tras la autoproclamación de un califato en el territorio bajo su control en Irak y Siria, diluyendo las fronteras y redibujando los mapas de la región. Los terroristas suníes dieron su gran golpe en junio tras el asalto a la populosa ciudad de Mosul, que tomaron con facilidad después de que los soldados iraquíes huyeran en pánico. Este fue el comienzo de un avance relámpago que muchos comparan con el asalto de los mongoles en el siglo XIII.

Sin embargo, el grupo que originalmente se hizo llamar Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS, sus siglas en inglés) no surgió de la nada. "El ISIS empezó a ser visible hace más de dieciocho meses, cuando contaba con algunos miles de combatientes. Muchos expertos advirtieron del crecimiento del fenómeno, pero nadie quiso actuar", recuerda Joseph Bahout, analista del think tank Carnegie. La inacción de Occidente en el conflicto sirio facilitó, según algunos analistas, el ascenso de los yihadistas.

El ISIS nació en Irak, pero la guerra de Siria le proporcionó un terreno donde ganar fuerza, crecer numéricamente y desarrollarse. Y después volvió a Irak, donde comenzó este año su golpe definitivo y su avance, aparentemente imparable: los extremistas controlan ya en torno a una tercera parte de la superficie de Irak y Siria, desdibujando las fronteras establecidas hace cien años y proclamando un "califato islámico" dirigido por Abu Bakr al Bagdadi, que se autoproclamó "el califa Ibrahim" a finales de junio de 2014.

10 millones de dólares por su cabeza

Al Bagdadi, hasta ahora conocido como el "sheij invisible", hizo su aparición un viernes de julio en el púlpito de una de las mezquitas más antiguas de Mosul. Ese día, el hombre cuarentón, barbudo y de ropas oscuras se convirtió en el terrorista más famoso del mundo. Su rostro es inseparable de las atrocidades atribuidas a Estado Islámico y Estados Unidos ha puesto precio a su cabeza: diez millones de dólares.

Y es que quien cae en manos de los extremistas suele sufrir represalias brutales: los extremistas fusilan o ahorcan a sus enemigos, colgando los cadáveres en plazas públicas. Además secuestran y violan a mujeres y muchas de ellas son vendidas como esclavas.

Un Estado de terror

La decapitación en video del periodista estadounidense James Foley, seguida de la de otros rehenes, conmocionó al mundo e hizo evidente que Estado Islámico no sólo estaba destruyendo a Siria e Irak, sino también amenazando a Europa y Estados Unidos. Hasta los extremistas de Al Qaeda se han dado por vencidos en la carrera frente a Estado Islámico, entre otra cosas porque EI ofrece a sus miembros una visión sin precedentes: la de contar con un Estado propio. Estado Islámico ha fundado sus propias provincias, ha creado sus leyes y tribunales e incluso circulan en Internet imágenes de una moneda propia.

"Además ha creado un importante sistema de financiamiento que tiene como ejes centrales la venta del petróleo, el cobro de tasas en todo tipo de intercambios comerciales en el territorio bajo su control y los donativos de grupos privados en el Golfo Pérsico que simpatizan con su agenda radical islamista", señala Bahout. El cobro de rescates y la toma del banco central de Mosul también engrosaron sus arcas, cuenta el experto.

Fascinación por el terrorismo

Todo ello, unido a sus victorias, ha hecho que miles de jóvenes extranjeros se unan a sus filas. "Para muchos jóvenes musulmanes, Estado Islámico es la nueva aventura; EI los atrae por sus presuntos éxitos y su grado organización", señala Bahout. Sin embargo, también se han unido a sus filas jóvenes de otras confesiones. "En este caso, a los éxitos de EI se suman otros factores como la búsqueda de la identidad, la desilusión o decepción de estos jóvenes en sociedades con muchas carencias", explica Bahout.

¿Exportación del terror a otros países?

Mujer de una milicia kurda que busca defender su territorio en el norte de Siria e Irak.
Mujer de una milicia kurda que busca defender su territorio en el norte de Siria e Irak.Imagen: DW/Kamal Sheikho

La preocupación que genera en varios países la "exportación" de yihadistas que un día puedan regresar y perpetrar atentados en sus propios territorios, por una parte, y la difusión de vídeos que muestran el asesinato de prisioneros y opositores de EI, por otra, provocaron la actuación de Occidente. Estados Unidos impulsó la creación de una coalición internacional –integrada también por países árabes– que en septiembre comenzó a atacar objetivos de los extremistas.

El conflicto sirio es la clave para afrontar la situación: muchos en el mundo árabe no actúan contra el EI porque no quieren reforzar al régimen del presidente sirio Bashar al Assad. "Pero los enemigos a combatir son ambos", señala Bahout, que considera erróneo plantearse la disyuntiva de si la prioridad es la lucha contra el régimen sirio o contra los yihadistas. "Ambos fenómenos se retroalimentan y refuerzan".

El analista considera que para combatir a Estado Islámico lo primordial es lograr una solución negociada y una transición política en Siria. Pero para 2015, las perspectivas no son alagüeñas: si continúa la tensión entre Rusia y Occidente debido a la crisis en Ucrania –algo que afecta a todas las cuestiones de política internacional– y si no se refuerza a la oposición moderada siria sobre el terreno, el resultado será una Siria aún más fragmentada, una oposición más radicalizada y un EI cada vez más fuerte.