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Estado Palestino: ¿un riesgo de seguridad?

23 de septiembre de 2011

Los palestinos aspiran a elevar su estatus en las Naciones Unidas, con el objetivo de lograr la instauración de un Estado independiente. Un propósito justificado, en opinión de Rainer Sollich.

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Mientras más se reflexiona sobre el posible reconocimiento de un Estado palestino –escribió recientemente un comentarista del periódico conservador alemán Die Welt- más peligrosas le parecen a uno las consecuencias. “Cada medida de fuerza, cada acto terrorista por parte de Hamás,  con la consiguiente represalia israelí, sería denunciado de inmediato como un incidente entre Estados y tendría consecuencias impredecibles”, advierte el columnista. Eso es cierto, al igual que tantos otros argumentos esgrimidos por estos días contra la iniciativa palestina. Es cierto que los palestinos dan este paso en forma unilateral. Y también es cierto que hoy en día pugnan por una solución que ellos mismos rechazaron después de la II Guerra Mundial: una solución consistente en la existencia de dos Estados en el territorio antiguamente bajo mandato británico.

Todo eso es cierto. Pero, aun así, no puede servir de argumento contra la iniciativa palestina. Al igual que no debe ponerse jamás en duda el derecho a la existencia de Israel, también se debe dar a los palestinos una señal clara de que la instauración de un Estado propio, junto a Israel, no es sólo una opción vaga para el futuro. La comunidad internacional –Estados Unidos y la Unión Europea incluidos- aspira también a este objetivo, al igual que el propio Israel. Sin embargo, no se ha logrado persuadir al actual Gobierno israelí de poner fin a los asentamientos en territorios ocupados o de consentir un acuerdo sobre la base de las fronteras de 1967. Aumentar ahora la presión, por lo menos simbólicamente, no constituye un error político, pese a todos los riesgos.

Aislamiento israelí

A los europeos nos debe inquietar el hecho de que Israel se aísle progresivamente y, en el marco de la oleada de revoluciones árabes, vuelva a convertirse en blanco predilecto de los odios de la región. Jamás podremos aceptar ataques contra embajadas israelíes o resentimientos antijudíos, cultivados en muchos países árabes no sólo por extremistas incorregibles; tampoco la supuesta “resistencia” de grupos como Hamás o la Yihad Islámica, que en realidad no suele ser más que terrorismo contra civiles. No obstante, la iniciativa de la cúpula palestina es expresión de una justificada impaciencia. ¿Cuánto pretende tardar la comunidad internacional, cuánto pretende tardar sobre todo el propio Israel en otorgar al pueblo palestino por fin la perspectiva fidedigna de una pronta proclamación de un Estado?

No importa tanto quién interponga un veto en el Consejo de Seguridad, o si los palestinos se darán por satisfechos de momento con un estatus como el del Vaticano. Lo único que importa es que haya por fin avances concretos en el asunto de fondo. Desde la perspectiva israelí, pero también desde la internacional y regional, el surgimiento de un Estado Palestino será algo arriesgado, como ocurre con cada nuevo Estado que surge de un conflicto complejo. Quizá llegue a representar realmente un “riesgo de seguridad”, como decía el comentarista del diario Die Welt. Pero mucho más peligroso es el actual estado de frustración, y el odio y la ira que se propagan.

Sólo un argumento -que tiene que ver con un problema interno árabe- habla en contra de la actual iniciativa palestina: que desplaza el foco de atención internacional y, con ello, distrae entre otras cosas de la brutal represión del régimen sirio contra su propia población y de la falta de avances democráticos en el Egipto posrevolucionario.

Autor: Rainer Sollich/ERS

Editor: Pablo Kummetz