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Chile: el golpe que estremeció a la izquierda europea

Emilia Rojas Sasse10 de septiembre de 2013

Hace 40 años, el golpe de Augusto Pinochet no solo acabó con el gobierno de la Unidad Popular, sino también con muchas esperanzas de la izquierda europea, que hoy ya no proyecta sus sueños en el telón latinoamericano.

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Militärputsch Chile 1973Imagen: picture alliance/AP Photo

Los himnos de mayo del 68 resonaban aún en Europa; buena parte de los jóvenes soñaba con cambiar el mundo y muchos proyectaban sus anhelos de justicia social en América Latina. Eran los tiempos en que afloraba el eurocomunismo y la búsqueda de una alternativa a la bipolaridad imperante ocupaba un lugar importante en la agenda.

En ese contexto, la elección de Salvador Allende como presidente de Chile en 1970 despertó amplias expectativas en la izquierda europea y alemana. Detlef Nolte, presidente del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA) de Hamburgo, explica que “de cierta manera, Chile representaba una tercera vía, con la elección de un socialista por la vía democrática; eso fue algo nuevo, que rompió un poco el esquema de la Guerra Fría, y en ciertos sectores de la sociedad, en la juventud sobre todo, hubo mucha simpatía por el modelo de un socialismo democrático”.

El impacto del golpe

El golpe militar encabezado por Pinochet el 11 de septiembre de 1973 cayó como una bomba en ese escenario político. “En primer lugar causó impacto en la izquierda y la socialdemocracia europea, porque había muchas expectativa asociadas con el gobierno de Allende y sus propuestas; había allí un modelo que podía ser interesante y que fue destruido de forma tan brutal y -también hay que decirlo-, con apoyo internacional”, apunta Dörte Wollrad, directora del área de América Latina y el Caribe de la Fundación Friedrich Ebert (FES), cercana al Partido Socialdemócrata de Alemania.

Militärputsch in Chile Ausschnitt Gemälde Salvador Allende
Imagen: AP

Toda una generación se vio marcada por los acontecimientos de un Chile, por ese entonces solo geográficamente remoto. Dörte Wollrad recuerda, por ejemplo, lo que una vez le dijo Michael Sommer, jefe de la Confederación Alemana de Sindicatos (DGB) y desde 2010 presidente también de la Confederación Internacional de Sindicatos: “Allende fue parte de mi socialización política”.

Solidaridad más allá de la ideología

Pero el impacto del golpe de Pinochet trascendió el ámbito izquierdista. La solidaridad con las víctimas del régimen de Pinochet fue enorme y también en la esfera de la conservadora Unión Cristianodemócrata (CDU) se articuló el rechazo al régimen militar y la ayuda a sus víctimas. “Los cristianodemócratas alemanes no eran tan proclives al gobierno de Allende, pero la forma en que fue derrocado y el ver instaladas dictaduras en América Latina, la región del mundo más cercana al pensamiento europeo, fue un shock”, dice la especialista de la FES, recordando que en esa época trabajaron codo a codo haciendo lo posible por la liberación de opositores chilenos y por traerlos con becas a Alemania “para protegerlos”.

Unos cinco mil exiliados chilenos fueron acogidos en la República Federal de Alemania, y unos dos mil en la entretanto desaparecida RDA.

40 años han transcurrido ya y Chile encara este aniversario con una sociedad que aún no restaña del todo sus heridas, pero que ha recuperado la democracia. Una democracia que Detlef Nolte califica de “sólida”, porque “no hay ningún actor político de peso que la ponga en tela de juicio”. En su opinión, una de las lecciones que dejó el fracaso del gobierno de Allende –que no fue elegido con mayoría absoluta ni contaba con ella en el Parlamento- fue que “no se puede transformar un país sin una sólida mayoría de respaldo”. El presidente del GIGA estima que “la estrecha cooperación entre la Democracia Cristiana y los Socialistas, durante la dictadura y después, en los gobiernos de la Concertación”, es una muestra de que se aprendió la lección.

"Fin al lucro", piden los estudiantes en Chile.
"Fin al lucro", piden los estudiantes en ChileImagen: picture alliance/dpa

¿Desencanto democrático?

Dörte Wollrad apunta por su parte que “el regreso a la democracia es el gran logro de la sociedad chilena” y destaca los años de lucha de la gente que arriesgó su vida durante la dictadura. Pero advierte también que con eso no basta, como lo demuestran las protestas estudiantiles y de otros sectores: “Recién empieza la gran tarea, porque tanto en Europa como en América Latina hay cada vez más dudas y preguntas en torno a cuán válida es la democracia representativa. ¿Es suficiente? ¿Representa a todos? ¿Qué significa participación? El derecho de votar es por supuesto sumamente importante. Pero se espera también algo más, como la participación social, la participación económica”.

Nolte coincide en que “con el tiempo se toma la democracia como algo dado, y no se valora de la misma manera que antes”. Dörte Wollrad establece al respecto un símil con lo que ocurre en Europa con el proceso de integración: “Siempre decimos que la integración europea es lo que ha traído la paz y es un valor que a toda costa queremos defender. Solo que hay muchos jóvenes que no vivieron ninguna guerra y ninguna dictadura, y se preguntan si eso es todo. Es decir, si ese argumento –la paz europea o la democracia chilena- basta para justificar la situación o si debe haber reformas y un diálogo con la sociedad que evidentemente está cambiando”.

“Yo creo que ahora hay de alguna manera en América Latina, y a mi juicio también en Europa, un consenso en cuanto a que el modelo neoliberal no nos ha funcionado. Pero nos faltan un poco las alternativas”, indica Dorte Wollrat. Y afirma que el debate intelectual que se desarrolla al respecto en América Latina es seguido con mucha atención. Pero, al cumplirse 40 años del golpe de Pinochet, la izquierda europea ya no proyecta sus ilusiones en el telón latinoamericano y, ni el proyecto bolivariano ni el “Socialismo del Siglo XXI” movilizan a la juventud del Viejo Mundo.