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Camboya: muchos victimarios se consideran víctimas

Christina Küfner (JOV/EL)16 de abril de 2015

Hace 40 años los Jemeres Rojos se tomaron Phnom Penh, la capital de Camboya, que sucumbió el 17 de abril 1975 al poder de las armas de los guerrilleros. Su régimen culpable de uno los genocidios más crueles del siglo XX.

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Ceremonia en los "Campos de la muerte", en las afueras de Phnom Penh.
Ceremonia en los "Campos de la muerte", en las afueras de Phnom Penh.Imagen: DW/R. Carmichael

Arun fue reclutado en 1975 por milicianos de Pol Pot, cuando tenía apenas 16 años de edad. Por la misma época, los Jemeres Rojos estaban matando a decenas de miles de sus propios partidarios. Mientras al principio del régimen Pol Pot ordenó asesinar a intelectuales, funcionarios y partidarios del antiguo régimen, más tarde las víctimas pasaron a ser presuntos disidentes, dentro de sus propias filas.

Tuol Sleng, la prisión de la tortura en Phnom Penh, muestra la descomunal paranoia de los revolucionarios: el 80% de las más de 14.000 personas asesinadas aquí brutalmente, eran militantes de los Jemeres Rojos.

Primer ministro fue comandante de los Jemeres

Por eso muchos de los que otrora sirvieron al régimen de Pol Pot, se consideran víctimas. Cómo Arun, muchos afirman no tener culpa de nada y justifican su ciega obediencia con el temor a los crueles castigos. En lugar de asumir su corresponsabilidad en las masacres, acusan a sus superiores que daban las órdenes.

Un estudio de la Universidad estadounidense de California, demuestra el profundo arraigo de esta percepción en la conciencia colectiva. Así, el 90% de los camboyanos que vivieron el régimen de los Jemeres Rojos, y más del 50% de sus descendientes, se ven como víctimas.

El mismo primer ministro Hun Sen, hasta 1977 comandante de los Jemeres Rojos, bloquea todo intento de esclarecimiento de la dictadura roja. Hun Sen se opone a que el Tribunal para los Crímenes de los Jemeres Rojos (ECCC) avance en las investigaciones de exfuncionarios de ese régimen del terror. La disculpa evasiva del primer ministro: más juicios contra los Jemeres podrían llevar a una guerra civil.

La desconfianza mutua es grande en Camboya, en donde, a menudo, víctima y victimario viven puerta a puerta, y, a veces incluso, pertenecen a la misma familia. "Nuestra sociedad es como un jarrón quebrado en mil pedazos, pero que tenemos que pegar de nuevo", dice Youk Chhang, del Centro de Documentación de Camboya (DC-Cam), el archivo más grande sobre la era de los Jemeres Rojos.

Alemania ayuda al esclarecimiento



No destapar las viejas heridas, pero tampoco callar la culpa. Este es el dilema de todo intento de mantener viva la memoria del genocidio, como lo muestra la controversia por un nuevo monumento a las víctimas de Tuol Sleng, la prisión de la tortura, en Phnom Penh. Un monumento que fue financiado por Alemania e inaugurado en marzo pasado con presencia del Gobierno de Camboya y Naciones Unidas. Alemania, con su especial experiencia en esclarecimiento del pasado, apoya a organizaciones no gubernamentales de Camboya ocupadas del genocidio.

El trabajo por la memoria del genocidio y la educación para construir un Estado de Derecho en Camboya es un reto. Nada está asegurado hacia el futuro. El primer ministro Hun Sen busca obstaculizar con leyes el trabajo de las ONGs humanitarias.

Una plegaria por las víctimas de los Jemeres Rojos, en Wat Langka, una pagoda en Phnom Penh.
Imagen: DW/R. Carmichael