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Bhopal, una catástrofe que no acaba

Katja Keppner (DZC/PK)3 de diciembre de 2014

La fábrica de Union Carbide fue protagonista de una de las mayores tragedias químicas de la India, que comenzó incluso antes de que se desatara la catástrofe, en 1984.

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Imagen: DW/L.Knüppel/N. Scherschun

“Cada tanto regresan”, dice Rihana mientras enjuga una lágrima de sus ojos. Con eso, esta mujer de 46 años se refiere a los periodistas y camarógrafos que aparecen en J.P. Nagar, un barrio pobre en Bhopal. Especialmente, cuando se cumplen nuevos aniversarios de la catástrofe que azotó a la ciudad y que la convierten, por breve tiempo, en centro de atención para la prensa, que mira hacia esa región en el estado de indio de Madhya Pradesh.

Rihana se sienta junto a otros sobrevivientes para planificar acciones por el nuevo aniversario. “Mis ojos ardían, como si alguien me hubiera echado polvo de chile”, recuerda sobre ese día. “Mi estómago se sentía como si hubiera fuego en él”. La noche fue un interminable ataque de tos. Sus dos hermanos mayores pudieron escapar y sobrevivir. Rihana decidió quedarse con sus padres y su hermano menor en una choza. Ella fue la única que, por milagro, vio el nuevo día.

Más de 20.000 víctimas

Rihana respiró aquella noche de hace 30 años el altamente tóxico isocianato de metilo, un producto que se usa para combatir plagas de insectos. En los seres humanos, la sustancia afecta las membranas mucosas y corroe los órganos internos. La compañía estadounidense Union Carbide producía el pesticida desde comienzos de los setenta en su fábrica en Bhopal.

Eso hasta aquella tarde del 3 de diciembre de 1984, cuando ingresó agua al tanque donde se almacenaba el veneno. La reacción química causada por la mezcla generó un humo blanco que escapó del contenedor y cubrió los barrios cercanos, donde hasta el día de hoy viven Rihana y su familia. Lo que vino luego fue catastrófico: más de 20.000 personas perdieron la vida. Muchos se fueron con la boca abierta, pues la muerte los encontró cuando huían, sometiéndolos en una lucha por volver a respirar y detener los vómitos.

Aguas subterráneas envenenadas

La segunda parte comenzó en realidad antes de la catástrofe del gas, pues Union Carbide depositaba sus desechos directamente detrás de la fábrica. Los restos químicos se drenaron hasta entrar en contacto con las aguas subterráneas. En algunas pruebas, activistas encontraron restos de arsénico, benceno y metales pesados en cantidades muy superiores a los límites establecidos como razonables por la Organización Mundial de la Salud. Las consecuencias afectaban especialmente a los habitantes de los barrios más pobres, cuyos pozos se ubicaban directamente detrás de la fábrica de Union Carbide.

“Mi hijo nació en 1988, es decir cuatro años después de la tragedia”, cuenta Rihana. “Desde que tiene ocho años que está enfermo. Primero fue tuberculosis. Ahora tiene problemas renales graves”. En rigor, el muchacho debe ser operado con urgencia. Pero Rihana no sabe cómo pagar las 9.000 rupias, un poco más de 100 euros, que cuesta la cirugía.

La empresa no se siente responsable

Para las víctimas del desastre no ha habido ni una sola compensación. En 1989, el gobierno y la compañía alcanzaron un acuerdo extrajudicial de 460 millones de dólares como indemnización. Sin embargo, muchas de las víctimas dicen que ellos nunca vieron un solo centavo de ese dinero. Rihana recibió 25.000 rupias, alrededor de 320 euros. Por una vida entera de sufrimiento, por una vida conviviendo con la disnea, por una vida viendo a su esposo con edema pulmonar.

Union Carbide pertenece desde 2001 a la empresa Dow Chemical. Treinta años después de la tragedia, la firma con sede en Michigan argumenta que en la época de la catástrofe la compañía estaba en manos indias. “La fábrica fue construida y operada por indios en India”, explica el portavoz de la firma, Tomm F. Sprick. En consecuencia, la responsabilidad recaería en manos de las autoridades indias.

Sobre la cuestión de quién debe combatir la contaminación de las aguas subterráneas, Sprick no contesta. En lugar de ello, remite a un sitio web donde Union Carbide cita un estudio que demostraría que fuera de la fábrica no había rastro alguno de contaminación de aguas subterráneas. Además, el gobierno de Madhya Pradesh es responsable de las instalaciones desde 1998, y Union Carbide no puede hacer nada más.

Después de años de protestas y tras una decisión judicial, las autoridades han tomado medidas. Desde hace un par de semanas, la mayoría de los habitantes de J.P. Nagar tienen acceso a agua potable… una hora al día. Aún siguen pendientes causas sobre el tema en tribunales estadounidenses e indios. Entre otros, debe decidirse si Union Carbide debe hacerse responsable de la limpieza de la tierra contaminada. “Eso ya sería algo”, dice Rihana, “pero con eso yo no puedo pagar la operación de mi hijo”.

Una semana después de esta conversación con Rihana, el joven de 24 años murió como consecuencia de su enfermedad renal. Para él, la ayuda sencillamente nunca llegó.

Recién ahora los habitantes de J.P Nagar tienen acceso a agua potable... una hora diaria.
Recién ahora los habitantes de J.P Nagar tienen acceso a agua potable... una hora diaria.Imagen: DW/K, Keppner
Un viejo letrero dentro de la fábrica de Union Carbide.
Un viejo letrero dentro de la fábrica de Union Carbide.Imagen: DW/L.Knüppel/N. Scherschun
Rihana ha vivido las consecuencias de la tragedia en carne propia.
Rihana ha vivido las consecuencias de la tragedia en carne propia.Imagen: DW/K, Keppner