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Contienda olímpica

Volker Wagener (FEW/EL)29 de octubre de 2014

Berlín y Hamburgo quieren ser sede de los próximos Juegos Olímpicos, pero, ¿en verdad conviene el espectáculo multimillonario? Organizarlo se puede, pero no sin el respaldo del pueblo, opina Volker Wagener.

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Bildergalerie Sportarten, die olympisch werden möchten Olympische Ringe
Imagen: picture-alliance/dpa

Dos ciudades alemanas compiten por ser las anfitrionas de los Juegos Olímpicos de 2014. El fracaso de hace dos años de la candidatura de Múnich para los Juegos Olímpicos de Invierno de 2018 sigue presente: fue una vergüenza para la ciudad, pero dejó una enseñanza acerca de democracia.

Tras el polémico proyecto “Stuttgart 21”, la construcción de una estación de tren en la ciudad, los megaproyectos en Alemania no son muy populares. Encarnizadamente pelearon estudiantes, jubilados y amas de casa contra la construcción de la estación ferroviaria. A cambio de llegar 20 minutos más rápido a la ciudad de Ulm, muchos se opusieron a la construcción multimillonaria. Y es que antes de que los proyectos se lleven a cabo, la gente quiere tomar parte en la discusión.

En estos momentos las dos grandes ciudades alemanas juegan al “Monopolio Olímpico”: ambos entes locales quieren más de 2.000 millones de euros para invertir en infraestructura. Y todos saben: al final todos los proyectos resultan ser más costosos de lo planificado. En Berlín, la mitad de los encuestados encuentran positiva la candidatura a los Juegos Olímpicos, y en Hamburgo, incluso más ¿A qué se debe esto?

Berlín y Hamburgo pueden con los Juegos Olímpicos

Berlín, la reluciente metrópoli, y Hamburgo, la ciudad-estado más antigua de Europa, están en capacidades de organizar los Juegos Olímpicos. De eso no hay duda. Esto a pesar de los increíbles desastres en construcción en ambas ciudades: el aeropuerto de Berlín, que dejó en ridículo a la ciudad, y la Filarmónica del Elba en Hamburgo, que, a pesar de los retrasos y los sobrecostos, quedará lista en el 2016.

Ambas metrópolis quieren asumir las consecuencias de estas experiencias. Según los Gobiernos locales, debido a los Juegos Olímpicos no habrá endeudamiento. La corrupción, que siempre es un factor cuando se paga con el dinero público, también es reconocida como un problema. Transparencia Internacional (TI), quienes luchan contra la corrupción, deben estar desde el principio del proceso.

El pueblo debe ser previamente consultado. Sin la aceptación y el apoyo de la ciudad, región y estado federado es mejor que los Juegos Olímpicos de 2014 se celebren en otra parte.

Londres como ejemplo

Siempre se llega a la misma pregunta: ¿dan los Juegos Olímpicos a las ciudades más de lo que toman? En Hamburgo y en Berlín se estudia el ejemplo de Londres. Los británicos realizaron con gran maestría los Juegos Olímpicos de 2012; invirtieron sensatamente donde debían. Utilizaron los Juegos Olímpicos para restaurar la menos atractiva parte oriental de la ciudad, mejorando su infraestructura para el beneficio, a largo plazo, de ciudadanos y turistas. Las instalaciones deportivas, que fueron construidas específicamente para los Juegos Olímpicos, se construyeron para que después del evento pudiesen ser desmontadas o reducidas de tamaño. Estas son exactamente las propuestas que Berlín y Hamburgo deben presentar. Es cuestión de responsabilidad.

Deutsche Welle Volker Wagener Deutschland Chefredaktion REGIONEN
Volker WagenerImagen: DW

Como beneficio a la imagen de Alemania

Aparte de todas las consideraciones económicas y de construcción, los Juegos Olímpicos son una plataforma para la imagen de Alemania en el mundo. La Copa Mundial de Fútbol de 2006 fue una gran sorpresa; fue un impulso positivo a la imagen del anfitrión.

Alemania tiene la posibilidad, sin importar si es Berlín o Hamburgo, de presentar que el gran evento mundial viene del consenso del pueblo. En Beijing, los juegos sirvieron para observar el desempeño del sistema chino, y en Sochi, lo "democrático" del Gobierno de Putin. Nosotros podemos hacerlo diferente. Podríamos ser, por ejemplo, los que vuelven a organizar el evento con sentido de proporción, a diferencia del gigantismo de China y Rusia.