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Ahora es el turno de Cuba

Uta Thofern (JOV/EL)15 de abril de 2015

Estados Unidos se propone sacar a Cuba de la lista de países que apoyan el terrorismo. Con ello, el presidente Barack Obama le otorga a su homólogo cubano Raúl Castro una gran confianza, por anticipado, dice Uta Thofern.

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Imagen: Reuters

Incuestionable es que, desde hace ya suficiente tiempo, no existe ninguna razón fundada para mantener a Cuba en la lista de países que respaldan el terrorismo internacional. Es más, si tanto el Gobierno de Estados Unidos como su Congreso se atienen a sus propias reglas, este es un paso obligatorio. Washington demostró indulgencia al anunciar la decisión. Tildar a un vecino de cómplice de terroristas, sin contar con ninguna evidencia, sólo por razones ideológicas, no es digno de una democracia del siglo XXI.

Aún así, queda una cierta desazón. La razón para ello fue exactamente mencionada por Obama cuando explicó en una entrevista los criterios que llevaron a tomar dicha decisión: no se trata de que un Estado ejerza un régimen autoritario o reprima a su pueblo. Suena cruel, pero si este fuera el criterio para pertenecer a la lista de cómplices del terrorismo, desde Arabia Saudí hasta China, y muchos otros países, tendrían que figurar en ella.

El aislamiento de Cuba fue un fracaso

Por supuesto que Cuba sigue reconociéndose como una "dictadura del proletariado". La oposición es reprimida y la libertad de expresión no existe. Estados Unidos y Cuba están ideológicamente muy lejos uno del otro y, a juzgar por el mismo presidente Castro, las cosas se deben quedar como están. A pesar de eso, el presidente de Estados Unidos hace lo correcto. La realidad es que décadas de exclusión y discriminación de Cuba no condujeron a ninguna parte. En cambio, el acercamiento de Estados Unidos sí mejora su maltrecha imagen en América Latina. Y abre, por cierto, muy buenas oportunidades económicas.

Pero también el cambio de curso de Estados Unidos es ideológicamente consecuente. Una democracia constitucional seria se caracteriza en que cada gobierno se ciñe a sus leyes, en que todos sus ciudadanos gozan de los mismos derechos reclamables y en que no aplica dobles estándares en su política exterior.

Un gran ideal, que ya ni siquiera en Estados o Europa logra cumplirse. Pero es uno por el que en las democracias siempre se lucha por alcanzar, a menudo, en duros debates públicos. Obama establece aquí una medida difícil de aceptar para muchos en su país. Pero se impondrá. La oposición bipartidista en el Congreso sólo alcanza para retrasar la entrada en vigencia de la decisión, porque el apoyo a sus planes supera las barreras partidistas, producto del debate democrático abierto.

EE.UU. recupera credibilidad



Pero, desde luego, que este ejemplar proceso impone también puntos de referencia para Cuba, así como otros países latinoamericanos. No está para nada garantizado que la estrategia de “cambio a través de acercamiento", implementada por Alemania occidental durante la división y fuertemente controvertida en su tiempo, tenga éxito en Cuba. Toda vez que la política de apertura emprendida otrora por Bonn estuvo acompañada de una rígida política armamentista.

Uta Thofern, jefa de la redacción para América Latina de DW.
Uta Thofern, jefa de la redacción para América Latina de DW.

No todos los países del antiguo "Bloque del Este" son hoy libres. Rusia y China son ejemplos de que las concesiones políticas y económicas no garantizan automáticamente pluralismo y respeto de los derechos humanos.

Pero con cada paso de acercamiento a Cuba, Estados Unidos recupera credibilidad; credibilidad ganada para la democracia. Cuba, por su parte, recibe una gran dosis de confianza anticipada. Y no por ello, nadie espera que Raúl Castro ejecute un cambio de sistema. Pero si no quiere perder muy rápidamente la confianza depositada en él, tendrá que reconocer, efectivamente, los derechos humanos y la libertad de expresión.

Al fin y al cabo, aún queda pendiente la decisión más importante para Cuba que determinará el fin del embargo económico. Una decisión que depende de otras mayorías en el Congreso de Estados Unidos. Así, Castro podría resultar ayudando al presidente Obama, en su propio interés.