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Guerra de Israel contra Hamás: empresas bajo presión

Arthur Sullivan
15 de mayo de 2024

Google despidió a 50 empleados por protestar contra sus vínculos con el ejército israelí, reflejando el reto empresarial para abordar el conflicto entre Israel y Hamás.

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Empleados de Google protestan contra el suministro de herramientas de inteligencia a Israel.
Empleados de Google protestan contra el suministro de herramientas de inteligencia a Israel.Imagen: Cristina Matuozzi/Sipa/picture-alliance

Las protestas propalestinas y los enfrentamientos con las fuerzas del orden han sacudido los campus universitarios en Estados Unidos en las últimas semanas. Incidentes similares han ocurrido en campus de toda Europa.

Las protestas contra la conducta de Israel en su guerra contra Hamás desde los atentados del 7 de octubre también están generando inquietudes en el sector empresarial. El ejemplo más destacado hasta ahora es el de Google, que el mes pasado despidió a 50 trabajadores por participar en sentadas propalestinas en dos de sus oficinas en Estados Unidos.

"En última instancia, somos un lugar de trabajo y nuestras políticas y expectativas son claras: este es un negocio, y no un lugar para actuar de una manera que interrumpa a los compañeros de trabajo o los haga sentir inseguros", escribió el presidente ejecutivo de Google, Sundar Pichai, en un correo electrónico a los empleados.

Las protestas fueron organizadas por No Tech for Apartheid, un grupo compuesto en su mayoría por trabajadores de Google y Amazon que se oponen a que sus empresas proporcionen servicios web y tecnología en la nube al gobierno y al ejército israelíes. Estas empresas prestan esos servicios como parte de una operación de computación en nube israelí conocida como Proyecto Nimbus.

Los trabajadores despedidos han presentado una denuncia ante la Junta Nacional de Relaciones Laborales de EE.UU., pero Sam Schwartz-Fenwick, abogado laboralista del bufete Seyfarth Shaw de Chicago, afirma que el hecho de que la protesta fuera una sentada, que parece haber perturbado a otros trabajadores, da a Google un sólido argumento jurídico. "Si impugnas una decisión empresarial de tu empleador que no afecta a las condiciones de tu empleo, eso no está protegido por la ley", explica a DW.

Un desafío único

En los últimos años, las empresas han tenido que enfrentar niveles crecientes de activismo de los empleados en relación con diversas cuestiones políticas, sociales y culturales. "Esto se está convirtiendo en parte de la vida cotidiana de la mano de obra estadounidense; los empleadores tienen que lidiar con estas cuestiones constantemente", dijo Schwartz-Fenwick.

John Higgins, autor de un libro sobre el activismo de los empleados titulado "Speak Out, Listen Up”, junto con Megan Reitz, de la Universidad de Oxford, afirma que el activismo político de los empleados se está convirtiendo en un rasgo definitorio del lugar de trabajo y que las empresas a menudo se esfuerzan por saber cómo responder.

"La idea de que las empresas existen al margen de las consideraciones globales fue la filosofía empresarial dominante desde mediados hasta finales de los años 80, y despegó realmente en los 90", explica a DW. "Pero lo que estamos viviendo ahora es el desafío a eso. Se está diciendo que las empresas no pueden poner límites por sí solas".

Steve Rochlin, director general de la empresa de asesoramiento estratégico Impact ROI, declaró a DW que las declaraciones y "tomas de posición" de las empresas alcanzaron su cúspide en Estados Unidos tras el asesinato de George Floyd en 2020 y la revocación del derecho al aborto en 2022. Higgins afirma que el conflicto entre Israel y Hamás y las cuestiones más amplias en torno a Israel y Palestina han presentado un desafío particular y único para las empresas debido a la complejidad de las cuestiones implicadas.

"Ninguna tecnología para el apartheid", dice un lienzo de los empleados de Google.
"Ninguna tecnología para el apartheid", decía el lienzo de los empleados de Google en la manifestación.Imagen: Tayfun Coskun/Anadolu/picture-alliance

"Son increíblemente prudentes", dice sobre las declaraciones públicas de las empresas respecto al conflicto. "La mayoría de sus respuestas han sido defensivas. Muchas empresas globales están bastante acostumbradas a esto porque hacer negocios en Israel y Oriente Medio, siempre ha sido como caminar por la cuerda floja".

Rochlin coincide. "Muchas empresas entienden que no pueden permanecer en silencio sobre el conflicto entre Israel y Hamás", dijo a DW. "Pero no quieren arriesgarse a ofender a ninguna de las partes. Muchas se centran en apoyar a sus empleados. Han decidido que la mejor manera de hablar del tema es recordar a los empleados las políticas corporativas de no discriminación y no violencia, y recordarles los programas de asistencia a los empleados para aquellos a los que les resulta difícil procesar el conflicto".

Una fina línea

Dado que las empresas tienen clientes y personal con perspectivas y lealtades tanto israelíes como palestinas, muchas han tenido cuidado de no ser vistas tomando partido.

"En muchos casos, tienen que ser capaces de explicar la línea que mantienen, diciendo: 'somos conscientes de que tenemos empleados palestinos y judíos, y sabemos que hay tensión entre ellos. Es nuestra responsabilidad mantener a salvo a ambos grupos'", afirmó Higgins.

Hasta ahora, las protestas generalizadas de trabajadores de empresas por las acciones de Israel en Gaza, donde según el Ministerio de Sanidad dirigido por Hamás han muerto algo menos de 35.000 civiles desde el inicio del conflicto actual, han sido relativamente escasas. Sin embargo, el caso de Google ha demostrado que este tipo de activismo en empresas o instituciones es cada vez más posible. El 8 de mayo, más de 100 miembros del personal de la UE se concentraron ante la sede de la Comisión Europea en Bruselas para protestar contra las acciones de Israel en Gaza.

El activismo de los empleados ha llegado para quedarse

Higgins afirma que la forma en que las empresas enfrentan el conflicto entre Israel y Hamás ha ampliado las cuestiones existentes sobre cómo manejar los crecientes niveles de activismo de los empleados en general. Cuando en los últimos años muchas empresas empezaron a animar a los trabajadores a "aportar todo su ser al trabajo", no estaban necesariamente preparadas para que las opiniones políticas potencialmente divergentes formaran parte de la ecuación. "Hay un poco de 'bueno, si me pides que vaya con todo mi ser, también llevaré mis ideas políticas'", afirma.

Decirles a las personas que su identidad completa es valorada en el trabajo es "realmente importante", dijo Schwartz-Fenwick, pero los gerentes deben estar cada vez más preparados para que las cuestiones políticas y sociales formen parte del conjunto. "La gente ahora se siente más cómoda compartiendo cosas en el trabajo que antes no compartía".

Tanto Higgins como Schwartz-Fenwick creen que una parte importante del reto para las empresas es que muchos trabajadores se han vuelto cada vez más intolerantes con otras perspectivas distintas a las suyas. "Las cámaras de aisladas en las que la gente vivió durante dos años durante la pandemia hicieron que esto se disparara", afirma Schwarz-Fenwick.

Higgins afirma que, si bien el conflicto entre Israel y Hamás ha hecho que las empresas se detengan y "caminen de puntillas" sobre ese tema en particular, espera que el ecologismo sea un gran impulsor del activismo de los empleados en los próximos años. "Estamos solo al principio", afirma. "El ritmo de compromiso serio con el medio ambiente sigue siendo lento en el sector empresarial. Y la generación más joven está realmente en pie de guerra al respecto".

Higgins cree que las empresas tendrán que prepararse para las acusaciones de "greenwashing" y, más en general, ser expertas en saber cuándo responder a las cuestiones políticas, medioambientales o sociales planteadas por los trabajadores, si es que lo hacen. "La pregunta es: ¿cómo elegimos en qué temas vamos a tener una opinión y en cuáles no? Porque no hay que tener una opinión sobre todo".

Sin embargo, Rochlin advierte que, en el mundo actual, las empresas son juzgadas constantemente por su impacto en las personas y en el mundo en general. "Todas las empresas deberían entender que habrá una serie de cuestiones sobre las que no podrán permitirse permanecer calladas y al margen", afirma.

(ies/ers)